viernes, 12 de febrero de 2016

Infidelidad ¿Cómo superar el dolor que causa el engaño?


Infidelidad ¿Cómo superar el dolor que causa el engaño?

 

Luisa llega a mi consultorio desesperada, casi sollozando. Le digo que se tranquilice y me cuente.
“Como cada noche antes de dormirse, mi esposo se levantó al baño, y mientras tanto escuché el tintineo  de que llegó un nuevo mensaje a su celular. Inocentemente lo tomé para ver quién era esa persona que importunaba a esas horas de la noche y  cuál fue mi sorpresa al leer: Sigo oliendo a ti….Ante esto, salté de mi cama y empecé a sentir un río helado corriendo entre mis venas, mi corazón se aceleró, un zumbido estalló dentro de mí. ¡Tengo mucho dolor! ¿Quién era ella? ¿Quién es él? ¿Quién soy yo? No sé qué debo hacer. Ahora ya nada tiene sentido. Necesito respuestas”.


Culpa, resentimiento, enojo, venganza, desconfianza, traición… sentimientos que son detonados por una infidelidad.
La fidelidad, como muchas conductas humanas, se ha inventado para justificar la perpetuación de la especie y la genética. Desde el punto de vista antropológico, quizá la fidelidad nació cuando  la mujer de las cavernas necesitaba un hombre a su lado para protegerla cuando ella se refugiaba dentro de las cuevas para alimentar a sus críos indefensos.
Desde la mirada biológica, dicen que la fidelidad sólo se garantiza cuando uno está sumergido en ese estado alterado de conciencia llamado enamoramiento, ya que hormonalmente el cuerpo está programado para ser uno solo con el amado. Es inevitable ser fiel.
Pero, ¿qué pasa cuando el hechizo se acaba? Si quedan residuos de sentimientos profundos por esa persona, entonces se utilizarán otros componentes como lo son los valores sociales, culturales y religiosos para continuar siendo fieles, debido a que el enganche hormonal habrá finalizado.
Desde mi óptica psicológica, voy a darles algunas noticias que seguramente no serán bien recibidas para muchos pero aun así, me arriesgaré: La infidelidad nos pone a prueba como seres humanos y nos regala, con todo el dolor que éste supone, mucha riqueza interior, si sabemos exprimirle el jugo.  Y  ahora se preguntaran  ¿cómo es que podemos sacarle algo positivo al engaño?.
Hay por lo menos cuatro regalos:

1. Bajarnos del pedestal

Al descubrir una infidelidad, cada persona reaccionará de distinta manera.  Hay quienes hasta se alegraran para poder romper con la relación de una vez por todas. Un pretexto perfecto para quebrantar el vínculo sin remordimiento.  Pero para la mayoría, es un golpe casi mortal a su ego. Dirán: ¡Yo no puedo ser engañada/o! ¡De mí, nadie se burla!
Darse cuenta que el amor no era para siempre y que esa promesa de “seré fiel hasta que la muerte nos separe” se vuelve casi una tragedia.  La realidad siempre gana. Hay una cierta ingenuidad  en el pensamiento mágico de creer que “a mí nadie me traicionará”.
Esa pérdida de inocencia, nos hace vulnerables.  Nos enfrenta a darnos cuenta que nuestro amor es perecedero como todos los demás, y que yo no soy tan especial como pensaba. En el momento de darnos cuenta que nos han engañado, todo lo construido no tiene sentido. La duda y un gran pesar nos invaden al no saber quién es esa persona que duerme a mi lado.
Vienen pensamientos catastróficos: “Ayer me hizo el amor y le creí cuando me dijo que me amaba, ¿Cómo se atrevió a mentirme? … El sábado que me invitó a cenar con velas y manteles largos, seguramente lo hizo porque se sentía culpable de traicionarme.” De pronto toda la historia de amor se re-ordena,  se re-evalúa. “No somos tan perfectos como pensábamos”.
De lo ideal a lo real hay sólo un paso: el paso a la muerte. Se muere la esperanza, la certidumbre, la estabilidad, la confianza, el respeto. Pero también muere lentamente un ego inflado. Esa parte invulnerable que no acepta perder.
Y justamente ahí, es donde le podemos dar un sentido de crecimiento personal, incluso con lo lastimados que quedamos. Este golpe tiene la posibilidad de darnos una buena lección ya que nos hace bajarnos del pedestal y aterrizar el ego. Si esto se consigue, nos podemos volver más nobles, más humildes, más humanos.

 2. Dejar de culparnos

Después de la caída del ego, vienen las conjeturas intelectuales. Haremos lo imposible por resolver el caso y darle una lógica. Necesitamos respuestas, entender qué fue lo que pasó aún con el sufrimiento que impone saberlo.  No hay manera de aceptar lo que sucedió. Aparecen los por qué tan racionales que no se ajustarán en la ecuación emocional.
Y lo más sencillo será ir en busca de culpables. Pero lo más peligroso de esto, es que el primero que se acusa es el engañado y lo hace desde la posición de victima: “Yo tuve la culpa”.  Su autoestima se ve tan amedrantada que no le queda más remedio que echarse la culpa por no haber sido lo suficientemente bueno, o inteligente, o perspicaz, etc…
Me dejó porque no soy una buena esposa, me puso el cuerno porque no la satisfacía en la cama, me cambió por otra porque nunca le gusté, me engañó porque fui un ciego y nunca vi  las señales, etc… “. Todas estas suposiciones son como ácido a nuestra valía personal. Se achacará el fracaso a una sola persona.
¿No sería más conveniente dejar de culpar para responsabilizarnos?.Al final del día, el engaño no duele por la traición en sí, sino porque nos devela todos nuestros complejos inadvertidos, nuestras incapacidades intelectuales y emocionales, incompetencias afectivas, errores del pasado, habilidades amatorias.
Y al ser descubiertas esas limitaciones, en lugar, de aprovecharlas para trabajarlas y aceptarnos más a nosotros mismos, buscamos tapar el sol con un dedo buscando nuevas relaciones, o bien, perdonando rápidamente a quien nos traiciono.

 3. Confiar en uno mismo

Una de las reacciones cuando somos engañados es salir desaforados a buscar a un amante y hacerle pagar con la misma moneda. La venganza es dulce. Y es así como nos concentraremos en ese sentimiento que sólo nos hará desgastarnos y quitar energía a lo que realmente vale la pena.
Creemos que el otro es de nuestra propiedad ya que invertimos en la relación mucho capital emocional y queremos obtener algo a cambio. En el fondo la estafa nos vuelve a pegar en el ego. El dolor viene, no tanto porque nos haya dejado, sino porque el otro tuvo el descaro de ser feliz sin nosotros mientras yo no lo estaba.
La mejor venganza será confiar en que sólo de nosotros depende ser felices. Nadie tiene el poder de desbalancearnos ni de desvalijarnos emocionalmente. Recuperar la confianza de que si en un futuro nos volviera a suceder, sabremos cómo manejarlo sin caer en venganzas, celos y paranoias.

4. Humildad y perdón

El último regalo que podemos recibir de una infidelidad, es tener la oportunidad de ser humildes sabiendo que nadie es perfecto y que podemos perdonar.
Aprender a soltar y dejar de cargar resentimientos y rencores que podrían solidificarse en un dolor crónico e irremediable. No vale la pena desperdiciar nuestra energía disponible, odiando y cargando con ese ostión echado a perder en la panza. Es darle mucho poder al otro.
Nos conviene pasar la página, tanto si la relación sigue como si se rompe. En cualquiera de los casos, lo importante es seguir adelante y no permitir que se interrumpa el proceso de nuestra vida. Comprender al final, que la condición humana es impredecible, contradictoria y muy  compleja.
Al final de la sesión, a Luisa no se le quita el dolor pero se va con más respuestas al intentar abrir el gran angular de su lente interno y darle un nuevo sentido a su vida

Fuente: Marcela Bracho

 

 

 

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