lunes, 30 de mayo de 2016

De cerebro a cerebro: la ciencia se abre camino hacia la telepatía

De cerebro a cerebro: la ciencia se abre camino hacia la telepatía


TELEPATA

El 12 de agosto de 2013, Rajesh Rao se sentó en su laboratorio de la Universidad de Washington (EEUU) para jugar una partida con su ordenador. El juego consistía en disparar a un blanco en la pantalla pulsando la barra espaciadora del teclado. Pero cuando Rao pensaba en disparar, no era su dedo el que se movía, sino el de su colega Andrea Stocco, sentado en su propio laboratorio en el otro extremo del campus y sin pantalla delante. El dedo índice de Stocco se había convertido en un órgano zombi controlado a distancia por la mente de Rao.
Desde la antigua leyenda judía del Golem, una criatura de barro controlada por su creador, hasta la película de James Cameron Avatar, sería imposible saber cuántas veces la ficción ha acariciado el sueño de transmitir nuestro pensamiento a otras criaturas, naturales o artificiales, y gobernar con ello sus acciones. Hoy la ciencia está consiguiendo logros que hasta hace poco estaban reservados a la ficción y cuyas aplicaciones son innumerables, más allá de defender el gueto de Praga o infiltrarse entre los na'vi de Pandora.
El experimento de Rao y Stocco fue, según sus autores, la primera conexión directa entre dos cerebros humanos por procedimientos no invasivos; es decir, sin necesidad de perforar ningún cráneo. "Buscábamos demostrar que es posible enviar información extraída de un cerebro directamente a otro cerebro, permitiendo al primer sujeto causar una respuesta deseada en el segundo sujeto a través de una comunicación directa cerebro-cerebro", escribían los científicos. Para lograr este hito, Rao llevaba un casco con electrodos que registraban su actividad cerebral. Esta se transmitía a un ordenador, que enviaba la información por internet a otra computadora en el laboratorio de Stocco. Este llevaba un gorro de nadador que sujetaba a su cabeza un aparato de estimulación magnética transcraneal (EMT), básicamente un imán que induce corrientes eléctricas en las neuronas y que puede provocar respuestas cerebrales. Todas las tecnologías son ya conocidas; la novedad está en el uso y en el software.
Pero con todo lo revolucionario que pueda parecer, el estudio de Rao y Stocco, publicado en noviembre de 2014, se basa en una larga historia de experimentos previos que abrieron el camino hacia lo que se conoce como interfaces cerebro-ordenador y ordenador-cerebro. Y todos esos experimentos tienen su origen común en el trabajo de un pionero de las neurociencias nacido en la localidad malagueña de Ronda.

UN TORO CON CONTROL REMOTO
El 17 de mayo de 1965, la portada del diario The New York Times publicaba una curiosa noticia: Un matador con una radio detiene a un toro cableado. En el texto, el periodista John A. Osmundsen explicaba cómo en un experimento llevado a cabo en Córdoba (España) un científico enfrentado a un toro bravo había logrado detener el ataque del animal pulsando un botón en un pequeño transmisor de radio. Las fotografías que acompañaban al artículo mostraban a un hombre, muleta en una mano y radiotransmisor en la otra, frente al toro dispuesto a cargar contra él.
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El científico era José Manuel Rodríguez Delgado (1915-2011), una de las muchas mentes prodigiosas que nuestro país dejó escapar después de la Guerra Civil. Médico de formación y fascinado por los descubrimientos de Santiago Ramón y Cajal, en 1946 Delgado obtuvo una beca en la Universidad de Yale (EEUU), donde desarrolló toda su carrera en el campo de las neurociencias. En la década de 1960 inventó el Stimoceiver, un aparato capaz de estimular el cerebro mediante la implantacion de unos pequeños electrodos. En un artículo reciente, Rao recordaba que "durante la última década de su vida, el neurocientífico-matador José Delgado lamentaba que su investigación del Stimoceiver no había resultado en ninguna aplicación útil; decía: Sabíamos demasiado poco del cerebro. Le habría complacido saber que las Interfaces Cerebro-Ordenador sucesoras de su Stimoceiver hoy están emergiendo como una nueva herramienta científica para alcanzar una comprensión del cerebro más profunda y matizada".
Las interfaces a las que Rao se refiere lograron primero la comunicación cerebro-cerebro entre ratas, y después entre un humano y un roedor. Pero uno de los objetos predilectos de estos estudios son los insectos, que poseen un sistema nervioso relativamente simple. En la Universidad de Texas A & M (EEUU), el equipo dirigido por la ingeniera mecánica Hong Liang inserta electrodos en las neuronas de las cucarachas, que llevan una mochila con un chip para controlar sus movimientos a derecha e izquierda. En un reciente estudio, Liang y sus colaboradores detallan que hasta ahora han conseguido controlar el movimiento de las cucarachas en el 60% de los casos.
"Intentamos comprender los mecanismos de interacción entre las neuronas y los materiales de sonda, que es la base de la interfaz cerebro-máquina", explica Liang a El Huffington Post. "Nuestro logro reciente es la capacidad de utilizar señales eléctricas para estimular las neuronas ligadas al movimiento muscular, lo que resulta en movimientos de patas en los insectos". La investigadora explica que la conexión no se realiza a través del cerebro, sino de un ganglio o grupo de neuronas que controla el movimiento muscular. El reto es pasar del 60% de respuesta al 100%, algo que Liang considera esencial para "hacer viable esta tecnología".

CUCARACHAS ROBOTIZADAS
Las cucarachas robotizadas llevan rondando por los laboratorios desde la década de 1990. De hecho, incluso existe una compañía, Backyard Brains, que vende un kit para que cada cual pueda fabricar sus propias RoboRoaches (incluyendo las propias cucarachas, a docena por caja) y controlarlas por bluetooth desde un smartphone. Los fundadores de Backyard Brains, neurocientíficos e ingenieros, ofrecen sus productos con fines educativos con el propósito de estimular el interés por las neurociencias.

Fuente:

miércoles, 25 de mayo de 2016

¿Por qué no recuerdo mis números de teléfono?

¿Por qué no recuerdo mis números de teléfono?

OLVIDODIGITAL


Antes de la era digital, cuando alguien ligaba en una discoteca y tenía la suerte de que le dieran el número de teléfono, solo tenía una opción: memorizarlo. Eran solo unas pocas cifras —en aquel entonces no había ni móviles ni hacía falta marcar el prefijo provincial— pero si había nervios, emoción o un par de copas de por medio, el proceso de memorización se complicaba. Aun así, la motivación era alta y los números quedaban registrados a fuego en el cerebro. Y ahí compartían espacio con otros datos importantes: el teléfono de casa, el del trabajo, el de la casa del pueblo y el de la tía Paqui.
Luego llegaron los teléfonos y los esfuerzos por memorizar quedaron atrás porque con sacar el móvil y apuntar el número en la agenda ya era suficiente. Ya sabes cómo continúa la historia, ¿verdad? Este es el capítulo en el que estamos: ya no somos capaces de aprender ni de recordar una serie de números y así lo ha demostrado un estudio titulado Amnesia digital, llevado a cabo por la empresa especializada en seguridad informática Kaspersky.
El trabajo, en el que se analiza cómo los diferentes dispositivos e Internet afectan a la forma en la que recordamos y aprendemos las cosas, revela que la mitad de los sujetos analizados es incapaz de recordar el número de teléfono de sus hijos o de su trabajo sin mirar la agenda de su teléfono. Estas cifras son peores para los ciudadanos británicos: el 71% asegura que no recuerda el número de teléfono de sus hijos y el 87% asegura que desconoce el número de teléfono del colegio de sus vástagos.
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Los investigadores de Kaspersky aseguran que esta incapacidad para recordar números importantes se debe, básicamente, a que somos muy vagos y confiamos en exceso en los móviles y otros dispositivos para estos menesteres. Pero, aunque a muchos les parezca que llevar en el bolsillo miles de números sin necesidad de recordarlos es un adelanto tecnológico maravilloso, para los autores del trabajo puede llegar a ser peligroso.
Y no porque nos estemos volviendo progresivamente tontos, sino porque perder esa valiosa información —porque el móvil se extravíe, sea robado o porque quede inutilizado— genera un gran estrés, por lo menos para el 51% de los norteamericanos o para el 40% de los europeos entrevistados para el estudio.

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lunes, 23 de mayo de 2016

Un truco científicamente probado para recordar nombres

Un truco científicamente probado para recordar nombres

CONOCERSE
 
 
Incluso los más atentos tienen problemas para recordar el nombre de alguien a quien acaban de conocer. Nos pasa a todos y, por alguna razón, nos da mucha vergüenza.

Por suerte, puede que la Ciencia haya encontrado una solución que todos podemos utilizar para esta situación. Según un estudio que aparecerá en la publicación académica Consciousness and Cognition, la clave para recordar nueva información es la repetición. Pero no es tan fácil como repetir en tu cabeza el nuevo nombre una y otra vez. Lo mejor es decirle el nombre a alguien.
"Sabíamos que repetir algo en voz alta era bueno para la memoria, pero éste es el primer estudio que demuestra que, si se hace en un contexto comunicativo, el efecto es mejor para recordar información", declaró Victor Boucher, profesor del Departamento de Lingüística y Traducción de la Universidad de Montreal y uno de los principales autores del estudio. Recordar es el acto de recuperar o volver a acceder a un recuerdo que ya se había almacenado en el cerebro.
Para llevar a cabo el estudio, se pidió a 44 estudiantes francófonos que leyeran una serie de palabras de una pantalla mientras llevaban puestos unos auriculares que emitían ruido blanco, para que no pudieran oír sus propias voces ni otros sonidos externos. Estos sujetos siguieron cuatro métodos al leerlas: repetir las palabras en su cabeza, repetirlas en voz baja mientras movían los labios, repetirlas en voz alta mientras miraban a la pantalla y, por último, repetírselas a otra persona en voz alta.
Los participantes tuvieron que leer después una lista de palabras y se les pidió que identificaran las que recordaran haber dicho; la lista incluía algunas que nunca se les habían mostrado en las pantallas. Los estudiantes recordaban las palabras que les habían dicho a otras personas significativamente mejor que las que habían leído con los tres otros métodos. Lo que quiere decir que, aunque ellos no pudieran oírse repitiendo las palabras, la presencia de otra persona marca la diferencia.
"El hecho de articular sin emitir ningún sonido crea un vínculo sensoriomotor [un mensaje emitido por uno de los cinco sentidos y procesado por nuestro cerebro] que aumenta nuestra capacidad para recordar, pero, si está relacionado con la funcionalidad del habla, recordamos aún más", explicaba Boucher.
Hay otras soluciones científicas para los que se olvidan de los nombres: prueba a preguntarle a la persona que te acaban de presentar algo sobre sí misma. Esto le da a esa persona la oportunidad de hablar, lo que le da a tu cerebro la oportunidad de reconocer quién está hablando. Esto ayudará a que el nombre de esa persona se te quede en la cabeza.
Y, por cierto, recuerda: no es que seas "muy malo con los nombres", es que todavía no has encontrado el truco adecuado.

Fuente:  |  Por Kate Bratskeir

miércoles, 18 de mayo de 2016

¿Nos está haciendo la tecnología perder la memoria?

¿Nos está haciendo la tecnología perder la memoria?

En los últimos años han proliferado libros y artículos que nos advierten de los efectos perniciosos de la tecnología en el cerebro y el aprendizaje. Quizá sea Nicholas Carr el autor que más repercusión ha tenido. En 2008, Carr inaugura esta saga apocalíptica con un artículo en la prestigiosa revista The Atlantic que lleva el significativo título de Is Google making us stupid? (¿Nos vuelve estúpidos Google?). En aquel breve texto, Carr se quejaba, muy en primera persona, de que Internet le estaba robando literalmente la capacidad para concentrarse y profundizar en un tema.

Carr, poco sospechoso de conservadurismo y que muy poco tiene que ver con esos tipos enfermos de nostalgia que nos repiten una y otra vez que "todo tiempo pasado siempre fue mejor", daba cuenta de cómo Internet y el conocimiento fragmentario que promueve le estaba complicando cualquier actividad intelectual. No ya leer Guerra y Paz, sino un librito de pocas páginas o el artículo largo de un periódico. Más tarde, en su libro Superficiales, Carr desarrolla esta idea para concluir que la Web está acabando con el pensamiento profundo, la capacidad de abstracción o la memoria a largo plazo.
Ahora me llegan los resultados de una encuesta que le valen a quien la encarga -en este caso, el fabricante de antivirus Kaspersky- para volver a poner el grito en el cielo y denunciar que Internet, y más en concreto Google, nos van a dejar sin memoria y recuerdos.

Kaspersky, que afirma haber hablado con 6.000 europeos, nos viene a decir que el uso intensivo del buscador ha hecho que seamos incapaces de recordar los números de teléfono más habituales: los de nuestros hijos, el del colegio donde estudian o el de nuestra oficina. Y que, en cambio, sí recordemos los números que aprendimos en la infancia o la adolescencia analógica, como el del fijo de la casa de nuestros padres. El resultado de delegar en Internet y en el teléfono móvil la responsabilidad de recordar da lugar a la "amnesia digital". Un mal que, según nos advierten desde Kaspersky, no es exclusivo de adolescentes, sino que se extiende a todos los grupos de edad.

Yo, sin embargo, no me pondría tan dramático sobre el tema. Puede que no recordemos los números de teléfono (al fin y al cabo, hay demasiados y se pueden almacenar de forma eficiente en muchos sitios, como el teléfono, el Gmail o un Excel), pero seguimos ejercitando la memoria, y muchas veces la culpa de ello es de la denostada tecnología. Por ejemplo, para recordar la infinidad de nombres de usuario, passwords y pines que nos piden de la mañana a la noche en todos sitios y sin los cuales no podríamos encender el ordenador del trabajo, poner en marcha el móvil, acceder a la cuenta online del banco o entrar en las redes sociales, por poner unos cuantos ejemplos. En fin, que hemos cambiado los números de teléfono por decenas de claves que, si además fuéramos realmente precavidos, complicaríamos con retahílas alfanuméricas a prueba de hackers.

Probablemente sea aventurado decir que Google, Internet o los móviles nos están cambiando la estructura del cerebro. Notar esos cambios requiere periodos de observación muy largos. Además, tener a disposición cantidades ingentes de información en Internet hace que estemos cambiando el énfasis. Si antes, en el tiempo en que sólo existían los libros en papel, nos preocupábamos por memorizar el dato, ahora lo que intentamos retener es la manera de llegar a ese dato en la maraña de la web.

Y una última reflexión. Las advertencias de que la tecnología y las innovaciones nos iban a convertir en seres olvidadizos y desmemoriados son tan viejas como la historia. Ya Platón lanza una contundente, hace más de 2.000 años, en Fedro. En aquel diálogo, y por boca de Sócrates, se rechaza el invento de la escritura por considerarlo la muerte de la memoria y, en el mejor de los casos, tan sólo "una apariencia de sabiduría". Curiosamente, gracias a ese invento tan denostado y espurio, hoy tenemos la suerte de seguir leyendo a Platón.

Fuente:  Juan Cabrera

lunes, 16 de mayo de 2016

Errores psicológicos: ¿nos controla el cerebro?

Errores psicológicos: ¿nos controla el cerebro?

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Foto: Greg Rakozy
 
El cerebro tiene un funcionamiento fisiológico característico, pero es la conciencia del ser humano, con toda su complejidad, la que regula ese funcionamiento. ¿Nos controla? Desde luego que no.
Hemos leído un artículo más, esta vez en el diario ABC, en el que se habla del cerebro como si fuese el órgano que decide sobre nuestro comportamiento. En el estudio, llevado a cabo por investigadores de la Universidad John Hopkins en Baltimore (EEUU), se dice literalmente que "nuestro cerebro está programado para centrar su atención en las experiencias que le resultaron gratificantes y 'nos recompensa' con descargas de dopamina cuando recaemos en la tentación". Esto es una falacia que fomenta la confusión.
Estudios y... estudios
Asistimos con curiosidad al actual auge de las neurociencias, en las que van apareciendo numerosos nuevos descubrimientos, y si bien muchos de ellos son muy interesantes, las conclusiones a las que llegan algunos investigadores a partir de sus estudios son muy poco acertadas y, a veces, ridículas.
Es cierto que las asociaciones que se hacen en la vida cotidiana, ciertos aprendizajes, pueden hacer surgir reacciones automáticas. Es cierto que estas reacciones automáticas tienen una base fisiológica cerebral. Pero es un error grave describir el cerebro como si fuera un órgano que produce reacciones a las que el ser humano está sometido, como si fuera un ordenador que dirige al ser humano.

El aprendizaje es la clave
Es el propio ser humano el que "programa" y "desprograma" su cerebro, muchas veces inconscientemente, en función del aprendizaje que va realizando en su vida. Es el aprendizaje, en su más amplio sentido (no nos referimos a memorizar, ni a la fuerza de voluntad), el que condiciona la propia estructura y el funcionamiento del cerebro.
Es el aprendizaje el que puede solucionar un conflicto psicológico, el que modificará el funcionamiento del cerebro, incluido el aumento de la segregación de dopamina, por ejemplo.
El cerebro, con su compleja estructura y funcionamiento, no deja de ser el soporte físico en el que la conciencia se apoya para manifestarse, para expresarse y aprender, para continuar con su evolución.

No somos robots biológicos
Piénselo despacio. La complejidad del ser humano, sus alegrías, contradicciones, capacidad de reír y llorar, de empatizar con otros seres humanos, de mostrar afecto y compasión, de preguntarse quién es; la capacidad de aprender y comprender la vida, sus errores y sus aciertos, la sabiduría y el discernimiento, la capacidad de percibir la parte trascendente de la vida... Todo esto no puede atribuirse al cerebro. Igual que no hacemos responsables de caminar a las piernas, aunque sean necesarias para hacerlo.
Sobre la existencia de la conciencia, es un asunto que difícilmente se puede someter al método científico, pues la conciencia no se puede escanear. Pero, en realidad, no es difícil darse cuenta de que existe independiente del cuerpo físico, sólo se requiere examinar el tema sin prejuicios (ni religiosos ni ideológicos), con una mente científica, con curiosidad.

Fuente: 

lunes, 9 de mayo de 2016

Cuando tu cerebro te convierte en otra persona

Cuando tu cerebro te convierte en otra persona

CEREBRO

 
Todo lo que somos está escrito en un fino encaje de neuronas que determina nuestra personalidad y nuestra conducta. Por algo el encéfalo es el único conjunto de órganos que llevamos protegido dentro de una caja cerrada de hueso. Y a pesar de ello, el cerebro no está libre de amenazas, tanto internas como externas: traumatismos, tumores, derrames, diversas enfermedades o el consumo de drogas pueden dañarlo, y el problema es que los efectos de estas agresiones pueden afectar a nuestra conducta y nuestra personalidad.
Un estudio de 1983 determinó que casi tres de cada cuatro pacientes que habían sufrido un traumatismo grave en la cabeza no eran "la misma persona que antes" a los cinco años de la lesión, a juicio de los más próximos a ellos. Aunque algunos expertos dudan de que el cambio de personalidad sea en general un hecho objetivo, las revistas médicas registran infinidad de casos en los que se describen alteraciones de conducta después de un daño cerebral. A veces se trata de cambios de humor o alucinaciones, pero también existen formas más extremas. He aquí cuatro ejemplos.

CHISTOSO PATOLÓGICO
En ningún grupo humano suele faltar el chistoso, que aprovecha cualquier ocasión para hacer partícipes a los demás de sus ocurrencias y mostrar con sonoras carcajadas lo genial que se cree. Pero cuando el chistoso llega al extremo de despertar a su mujer en mitad de la noche para contarle sus últimas creaciones, que además tienen escasa gracia salvo para él mismo, tal vez se trate de algo más serio.
Esto fue lo que le ocurrió a un hombre de 69 años cuyo caso se describe en el último número de la revista The Journal of Neuropsychiatry and Clinical Neurosciences. Los autores del artículo, dos neurólogos de Los Angeles, cuentan que el paciente llegó a su consulta con 50 folios de chistes que había escrito a sugerencia de su mujer, como manera de evitar que la despertara por las noches. Había sufrido este trastorno durante cinco años.
Los médicos diagnosticaron que se trataba de Witzelsucht, un término alemán que significa "adicción a los chistes" y que designa un síndrome raro, pero ya descrito en otros casos. Normalmente la causa suele ser un daño cerebral. En este paciente se debía a un infarto en el núcleo caudado izquierdo que posiblemente había complicado una lesión anterior en el córtex frontal derecho causada por una hemorragia. El mismo estudio describe un segundo caso del mismo trastorno, que luego degeneró en una enfermedad cerebral más grave.
Los pacientes tienen en común un impulso irrefrenable de contar chistes y ríen sus propias gracias, pero a menudo no aprecian las de los demás. También suelen sufrir otros síntomas, como una desinhibición sexual que les lleva a comportarse de forma inadecuada. El primer paciente del estudio había desarrollado además una obsesión por el reciclaje que le llevaba a rebuscar en la basura, y también había adquirido la manía de coleccionar servilletas y cubiertos de los restaurantes. En el caso del segundo paciente, su mujer descubrió que en el garaje había almacenado "docenas de molinillos de café y casi dos docenas de camisas hawaianas".
Casi tres de cada cuatro pacientes que han sufrido un traumatismo grave en la cabeza no es la misma persona que antes a los cinco años de la lesión
ADICTA A LO AJENO
Una mujer brasileña de 40 años decidió hacerse una reforma integral: liposucción, aumento de pechos, reducción de vientre y lifting de brazos. Pero salió del quirófano con algo que no había pedido: una irresistible tentación de hurtar en las tiendas, y un sentimiento de alivio cuando lo hacía, a pesar de que podía costearse fácilmente los objetos que robaba.
Según los autores del estudio que describe el caso en la revista BMJ Case Reports, ya sospecharon que algo no marchaba bien cuando despertó de la operación en un estado letárgico, con desorientación y déficit de memoria. La cleptomanía apareció unos días después del alta, y los médicos supieron de ella cuando la mujer fue detenida y llevada a comisaría después de un hurto.
Los médicos concluyeron que la hipotensión inducida durante la cirugía para reducir el sangrado había causado una falta de oxígeno en el cerebro. Las pruebas de neuroimagen revelaron que la paciente había sufrido un daño temporal en la región del núcleo caudado. Por suerte, la lesión era reversible, y la cleptomanía de la mujer desapareció a las pocas semanas. Aunque se trata de un trastorno raro, hay al menos otro caso anterior descrito.

SÍNDROME DEL ACENTO EXTRANJERO
Uno de los efectos más conocidos de los daños cerebrales sobre el comportamiento es el Síndrome del Acento Extranjero. No deja de ser un trastorno raro, a pesar de que se ha descrito más de un centenar de casos en la literatura médica. El primero registrado se remonta a 1907, cuando un hombre de París comenzó a hablar con acento alsaciano tras un infarto cerebral. El último, este mismo año, fue una mujer estadounidense que adquirió acento británico.
En realidad, señalan los expertos, el presunto acento extranjero es una invención de quien lo escucha. A menudo los afectados por un traumatismo cerebral, un derrame, un tumor o un cuadro de migrañas sufren un daño en la región que controla el ritmo y la melodía del habla, y quienes lo escuchan creen reconocer un acento determinado. Se ha informado de casos de noruegos hablando con acento alemán, australianos con acento francés, o británicos con acento chino.
Uno de los efectos más conocidos de los daños cerebrales sobre el comportamiento es el Síndrome del Acento Extranjero. Aunque es raro, ya se han registrado más de un centenar de casos.
Aunque el síntoma podría parecer leve, suele ser muy perturbador para los pacientes, que de repente no reconocen su propia voz y llegan a sentirse socialmente marginados, como extranjeros en su propio país. Una mujer víctima de este síndrome contaba que un taxista intentó cobrarle el doble por un recorrido que hacía habitualmente, y que dos conductores de autobús la trataron como si fuera "sorda y estúpida".

PEDERASTA POR UN TUMOR
La peor de las pesadillas comenzó para un profesor de escuela de 40 años en Estados Unidos cuando, sin comprender por qué lo hacía, comenzó a acosar sexualmente a su propia hijastra, hija de su segunda mujer. Al mismo tiempo empezó a visitar a prostitutas y a coleccionar pornografía infantil. Tras ser denunciado, eligió un programa de rehabilitación como alternativa a la cárcel, pero durante las sesiones continuó comportándose como un depredador sexual. Finalmente, el día antes de ingresar en prisión, acudió a urgencias con mareos y dolores de cabeza.
Los médicos comenzaron a sospechar algo raro cuando detectaron síntomas neurológicos como cambios en la forma de caminar, incontinencia urinaria e incapacidad para escribir. La confirmación llegó con las pruebas de imagen: los exámenes revelaron que el paciente tenía un tumor cerebral del tamaño de un huevo en la corteza orbitofrontal, una región que se ha relacionado con la conducta guiada por las expectativas de premio y castigo. El paciente sabía que sus acciones eran reprobables y que sus consecuencias serían graves, pero no podía contenerse; cuando ingresó en el hospital, contó que temía violar a su casera.
Los síntomas remitieron con dos extirpaciones sucesivas del tumor, según el estudio publicado en la revista JAMA Neurology. Pero algunos expertos son escépticos, y dudan de que una lesión cerebral pueda convertir en pederasta a alguien que nunca lo ha sido. Más bien sugieren que el paciente podía tener este impulso reprimido, y que el daño liberó el freno al eliminar su capacidad de apreciar las consecuencias de sus actos.
Fuente:  |  Por Javier Yanes

lunes, 2 de mayo de 2016

5 heridas emocionales de la infancia que persisten cuando somos adultos

5 heridas emocionales de la infancia que persisten cuando somos adultos

Los problemas vividos en la infancia dejan heridas emocionales que vaticinan cómo será nuestra calidad de vida cuando seamos adultos. Además, estos pueden influir significativamente en como nuestros niños de hoy actuarán mañana y en como nosotros, por otro lado, afrontaremos las adversidades.
Así, de alguna forma, a partir de estas 5 heridas emocionales o experiencias dolorosas de la infancia, conformaremos una parte de nuestra personalidad. Veamos a continuación cuáles son nuestras heridas definidas por Lisa Bourbeau….

1- El miedo al abandono

La soledad es el peor enemigo de quien vivió el abandono en su infancia. Habrá una constante vigilancia hacia esta carencia, lo que ocasionará que quien la haya padecido abandone a sus parejas y a sus proyectos de forma temprana, por temor a ser ella la abandonada. Sería algo así como “te dejo antes de que tú me dejes a mí”, “nadie me apoya, no estoy dispuesto a soportar esto”, “si te vas, no vuelvas…”.
Las personas que han tenido las heridas emocionales del abandono en la infancia, tendrán que trabajar su miedo a la soledad, su temor a ser rechazadas y las barreras invisibles al contacto físico.
Niña en la oscuridad
La herida causada por el abandono no es fácil de curar. Así, tú mismo serás consciente de que ha comenzado a cicatrizar cuando el temor a los momentos de soledad desaparezca y en ellos empiece a fluir un diálogo interior positivo y esperanzador.

2- El miedo al rechazo

El miedo al rechazo es una de las heridas emocionales más profundas, pues implica el rechazo de nuestro interior. Con interior nos referimos a nuestras vivencias, a nuestros pensamientos y a nuestros sentimientos.
En su aparición pueden influir múltiples factores, tales como el rechazo de los progenitores, de la familia o de los iguales. Genera pensamientos de rechazo, de no ser deseado y de descalificación hacia uno mismo.
La persona que padece de miedo al rechazo no se siente merecedora de afecto ni de comprensión y se aísla en su vacío interior. Es probable que, si hemos sufrido esto en nuestra infancia, seamos personas huidizas. Por lo que debemos de trabajar nuestros temores, nuestros miedos internos y esas situaciones que nos generan pánico.
Si es tu caso, ocúpate de tu lugar, de arriesgar y de tomar decisiones por ti mismo. Cada vez te molestará menos que la gente se aleje y no te tomarás como algo personal que se olviden de ti en algún momento.

3- La humillación

Esta herida se genera cuando en su momento sentimos que los demás nos desaprueban y nos critican. Podemos generar estos problemas en nuestros niños diciéndoles que son torpes, malos o unos pesados, así como aireando sus problemas ante los demás; esto destruye la autoestima infantil.
Las heridas emocionales de la humillación generan con frecuencia una personalidad dependiente. Además, podemos haber aprendido a ser “tiranos” y egoístas como un mecanismo de defensa, e incluso a humillar a los demás como escudo protector.
Haber sufrido este tipo de experiencias requiere que trabajemos nuestra independencia, nuestra libertad, la comprensión de nuestras necesidades y temores, así como nuestras prioridades.
Padre enfadado con su hijo

4- La traición o el miedo a confiar

Surge cuando el niño se ha sentido traicionado por alguno de sus padres principalmente, no cumpliendo sus promesas. Esto genera una desconfianza que se puede transformar en envidia y otros sentimientos negativos, por no sentirse merecedor de lo prometido y de lo que otros tienen.
Haber padecido una traición en la infancia construye personas controladoras y que quieren tenerlo todo atado y reatado. Si has padecido estos problemas en la infancia, es probable que sientas la necesidad de ejercer cierto control sobre los demás, lo que frecuentemente se justifica con un carácter fuerte.
Estas personas suelen confirmar sus errores por su forma de actuar. Sanar las heridas emocionales de la traición requiere trabajar la paciencia, la tolerancia y el saber vivir, así como aprender a estar solo y a delegar responsabilidades.

5- La injusticia

La injusticia como herida emocional se origina en un entorno en el que los cuidadores principales son fríos y autoritarios. En la infancia, una exigencia en demasía y que sobrepase los límites generará sentimientos de ineficacia y de inutilidad, tanto en la niñez como en la edad adulta.
Las consecuencias directas de la injusticia en la conducta de quien lo padece será la rigidez, pues estas personas intentan ser muy importantes y adquirir un gran poder. Además, es probable se haya creado un fanatismo por el orden y el perfeccionismo, así como la incapacidad para tomar decisiones con seguridad.
Requiere trabajar la desconfianza y la rigidez mental, generando la mayor flexibilidad posible y permitiéndose confiar en los demás.
Ahora que ya conocemos las cinco heridas del alma que pueden afectar a nuestro bienestar, a nuestra salud y a nuestra capacidad para desarrollarnos como personas, podemos comenzar a sanarlas.

El amor nunca hará que los niños se malcríen
El amor nunca hará que los niños se malcríen
Querer y demostrar afecto a los niños no hará que se malcríen, porque el amor que se ofrece con Inteligencia Emocional, fomentando su autoestima... 

Imágenes cortesía de natalia_maroz y jrcasas
Fuente de la idea: Bourbeau, L. (2003) Las cinco heridas que impiden ser uno mismo. OB Stare.