Etapas del duelo y obtáculos para superar la ruptura
Por: Stephen Gullo Psicólogo
El duelo es un proceso de ajuste emocional después de una pérdida,
durante el cual diversas emociones compiten entre sí. El proceso incluye
etapas diferentes que pueden explicarse separadamente pero que no se
presentan de un modo ordenado. Pueden solaparse y mezclarse entre sí,
pero lo que sí hay que saber es que para completar el proceso de
curación hay que experimentarlas todas. Puede haber días mejores o
peores, y, a veces, lo que se creía superado se vuelve a sentir. Por
otra parte, algunas emociones prevalecen sobre otras: por ejemplo,
sentir rabia durante demasiado tiempo puede indicar que se está luchando
contra la tristeza y al revés, sentirse encallado en la tristeza y la
depresión podría indicar el no haber podido reconocer y superar la
rabia.
Las etapas se podrían clasificar de esta forma:
1. Impacto. Es la primera reacción: una
sensación de paralización, desorientación e incredulidad. La vida se
estanca y la atención se concentra en la pérdida sentimental. Se
bloquean las emociones y es difícil concentrarse en las tareas diarias.
Cuesta conciliar el sueño y se pierde el apetito. La etapa puede durar
un día o un mes, pero no mucho más. Puede venir acompañada de síntomas
físicos de ansiedad como vértigo, crisis de pánico, hiperventilación o
cansancio extremo.
2. Negación. Este mecanismo, que conlleva la
incapacidad de aceptar que la relación ha terminado, también sucede
cuando se vive la muerte de un ser querido. Hay personas que se estancan
en esta etapa durante años, con la esperanza de que vuelva la persona
que se fue.
3. Pena y depresión. Esta emoción puede
afectar tanto al que abandona como al abandonado. Suele describirse como
un sentimiento de vacío, como si faltara una parte de uno mismo. Es el
sentimiento que impulsa a muchas personas a correr hacia otra relación,
lo cual no es algo muy saludable para la curación, aunque sí
comprensible. Es importante permitirse vivir la experiencia de la
tristeza sin acudir a atajos como la actividad frenética, drogas y
alcohol o promiscuidad sexual. En estas circunstancias es aconsejable
hablar con un psicólogo o con amigos sobre lo que se está sintiendo. La
pena proviene no solo de la pérdida de la persona, sino del tiempo que
se compartió y del fracaso del proyecto de pareja. La pena puede
conducir a la depresión y es entonces cuando la persona se puede quedar
estancada, a veces durante años. Si no se puede seguir adelante y
superar la etapa, habría que buscar ayuda profesional.
4. Culpa. Esta emoción es sentida por aquél
que termina la relación, pero también por el abandonado. En este último
caso posiblemente debido a la idea de fracaso. Al pensar sobre qué fue
lo que falló, el que se culpabiliza suele razonar sobre lo que podría
haber sido hecho de otra forma. Si algo tiene de positiva la culpa, es
que ayuda a hacer cambios en el futuro. La parte negativa y no saludable
es la que lleva a culparse a uno mismo de un modo poco ecuánime e
injusto. Las personas que lo hacen son aquellas que son incapaces de
sentir rabia hacia la ex pareja y dirigen la rabia hacia sí mismos.
Creen que todo ha sido culpa suya. Habría que recordar que el
remordimiento genuino debe venir seguido del perdón hacia sí mismo. Si
no se consigue superar la culpa, no es posible finalizar el duelo.
5. Rabia. La presencia de la rabia es algo
completamente normal durante el duelo. Es una fuerte emoción que nace de
sentirse herido, aunque no haya nadie a quién culpar. El momento en que
se experimenta la rabia depende de cada persona en particular. Algunos
la sienten muy al principio y otros son más lentos hasta llegar a
sentirla. Al ser una energía potente, la rabia puede hacer sentir
irritabilidad y nerviosismo, pero el lado positivo es que ayuda a
sobrellevar los malos momentos y motiva para reconstruir la vida. No
habría que sentirse culpable por sentir rabia en esta etapa, ya que esto
indica que se está superando la pena. También puede revelarse una rabia
destructiva y no terapéutica en forma de venganza o de la utilización
de los hijos en contra de la otra persona. Otras veces la rabia se
materializa en una siguiente relación, llevando a que la persona se
desquite inconscientemente con la nueva pareja con insultos,
desconsideración o indiferencia. De esta forma está proyectando en otro
lo que siente que le han hecho. También hay personas que permanecen
rabiosas durante años, lo cual indica que siguen ligados emocionalmente a
sus ex parejas de un modo destructivo. Es importante saber discernir
con la ayuda de un terapeuta si la rabia es saludable o es destructiva.
6. Resignación: el adiós. Esta es la
transición más difícil del proceso de duelo. No solo hay que aceptar que
la relación se ha terminado; también hay que liberarse de ella por
completo, recuperando la energía que se invirtió en la relación. Aunque
parezca que lo peor ya pasado, también es posible quedarse atrapado en
esta etapa: cuando el agotamiento nervioso deja a la persona sin
motivación para seguir adelante.
7. Reconstrucción. En este punto hay más
días alegres que tristes y se empieza a reconstruir activamente la vida.
La persona vuelve a centrar la atención en si mismo y a sus propias
necesidades y se vuelve a desear conocer a otra persona. Esta etapa es
como aprender a caminar otra vez después de haberse roto una pierna. La
persona se siente mejor pero necesita construir su fortaleza
desarrollando el amor propio y la seguridad en sí misma.
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Por: Stephen Gullo Psicólogo
El duelo es un proceso de ajuste emocional después de una pérdida,
durante el cual diversas emociones compiten entre sí. El proceso incluye
etapas diferentes que pueden explicarse separadamente pero que no se
presentan de un modo ordenado. Pueden solaparse y mezclarse entre sí,
pero lo que sí hay que saber es que para completar el proceso de
curación hay que experimentarlas todas. Puede haber días mejores o
peores, y, a veces, lo que se creía superado se vuelve a sentir. Por
otra parte, algunas emociones prevalecen sobre otras: por ejemplo,
sentir rabia durante demasiado tiempo puede indicar que se está luchando
contra la tristeza y al revés, sentirse encallado en la tristeza y la
depresión podría indicar el no haber podido reconocer y superar la
rabia.
Las etapas se podrían clasificar de esta forma:
1. Impacto. Es la primera reacción: una
sensación de paralización, desorientación e incredulidad. La vida se
estanca y la atención se concentra en la pérdida sentimental. Se
bloquean las emociones y es difícil concentrarse en las tareas diarias.
Cuesta conciliar el sueño y se pierde el apetito. La etapa puede durar
un día o un mes, pero no mucho más. Puede venir acompañada de síntomas
físicos de ansiedad como vértigo, crisis de pánico, hiperventilación o
cansancio extremo.
2. Negación. Este mecanismo, que conlleva la
incapacidad de aceptar que la relación ha terminado, también sucede
cuando se vive la muerte de un ser querido. Hay personas que se estancan
en esta etapa durante años, con la esperanza de que vuelva la persona
que se fue.
3. Pena y depresión. Esta emoción puede
afectar tanto al que abandona como al abandonado. Suele describirse como
un sentimiento de vacío, como si faltara una parte de uno mismo. Es el
sentimiento que impulsa a muchas personas a correr hacia otra relación,
lo cual no es algo muy saludable para la curación, aunque sí
comprensible. Es importante permitirse vivir la experiencia de la
tristeza sin acudir a atajos como la actividad frenética, drogas y
alcohol o promiscuidad sexual. En estas circunstancias es aconsejable
hablar con un psicólogo o con amigos sobre lo que se está sintiendo. La
pena proviene no solo de la pérdida de la persona, sino del tiempo que
se compartió y del fracaso del proyecto de pareja. La pena puede
conducir a la depresión y es entonces cuando la persona se puede quedar
estancada, a veces durante años. Si no se puede seguir adelante y
superar la etapa, habría que buscar ayuda profesional.
4. Culpa. Esta emoción es sentida por aquél
que termina la relación, pero también por el abandonado. En este último
caso posiblemente debido a la idea de fracaso. Al pensar sobre qué fue
lo que falló, el que se culpabiliza suele razonar sobre lo que podría
haber sido hecho de otra forma. Si algo tiene de positiva la culpa, es
que ayuda a hacer cambios en el futuro. La parte negativa y no saludable
es la que lleva a culparse a uno mismo de un modo poco ecuánime e
injusto. Las personas que lo hacen son aquellas que son incapaces de
sentir rabia hacia la ex pareja y dirigen la rabia hacia sí mismos.
Creen que todo ha sido culpa suya. Habría que recordar que el
remordimiento genuino debe venir seguido del perdón hacia sí mismo. Si
no se consigue superar la culpa, no es posible finalizar el duelo.
5. Rabia. La presencia de la rabia es algo
completamente normal durante el duelo. Es una fuerte emoción que nace de
sentirse herido, aunque no haya nadie a quién culpar. El momento en que
se experimenta la rabia depende de cada persona en particular. Algunos
la sienten muy al principio y otros son más lentos hasta llegar a
sentirla. Al ser una energía potente, la rabia puede hacer sentir
irritabilidad y nerviosismo, pero el lado positivo es que ayuda a
sobrellevar los malos momentos y motiva para reconstruir la vida. No
habría que sentirse culpable por sentir rabia en esta etapa, ya que esto
indica que se está superando la pena. También puede revelarse una rabia
destructiva y no terapéutica en forma de venganza o de la utilización
de los hijos en contra de la otra persona. Otras veces la rabia se
materializa en una siguiente relación, llevando a que la persona se
desquite inconscientemente con la nueva pareja con insultos,
desconsideración o indiferencia. De esta forma está proyectando en otro
lo que siente que le han hecho. También hay personas que permanecen
rabiosas durante años, lo cual indica que siguen ligados emocionalmente a
sus ex parejas de un modo destructivo. Es importante saber discernir
con la ayuda de un terapeuta si la rabia es saludable o es destructiva.
6. Resignación: el adiós. Esta es la
transición más difícil del proceso de duelo. No solo hay que aceptar que
la relación se ha terminado; también hay que liberarse de ella por
completo, recuperando la energía que se invirtió en la relación. Aunque
parezca que lo peor ya pasado, también es posible quedarse atrapado en
esta etapa: cuando el agotamiento nervioso deja a la persona sin
motivación para seguir adelante.
7. Reconstrucción. En este punto hay más
días alegres que tristes y se empieza a reconstruir activamente la vida.
La persona vuelve a centrar la atención en si mismo y a sus propias
necesidades y se vuelve a desear conocer a otra persona. Esta etapa es
como aprender a caminar otra vez después de haberse roto una pierna. La
persona se siente mejor pero necesita construir su fortaleza
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El duelo es un proceso de ajuste emocional después de una pérdida,
durante el cual diversas emociones compiten entre sí. El proceso incluye
etapas diferentes que pueden explicarse separadamente pero que no se
presentan de un modo ordenado. Pueden solaparse y mezclarse entre sí,
pero lo que sí hay que saber es que para completar el proceso de
curación hay que experimentarlas todas. Puede haber días mejores o
peores, y, a veces, lo que se creía superado se vuelve a sentir. Por
otra parte, algunas emociones prevalecen sobre otras: por ejemplo,
sentir rabia durante demasiado tiempo puede indicar que se está luchando
contra la tristeza y al revés, sentirse encallado en la tristeza y la
depresión podría indicar el no haber podido reconocer y superar la
rabia.
Las etapas se podrían clasificar de esta forma:
1. Impacto. Es la primera reacción: una
sensación de paralización, desorientación e incredulidad. La vida se
estanca y la atención se concentra en la pérdida sentimental. Se
bloquean las emociones y es difícil concentrarse en las tareas diarias.
Cuesta conciliar el sueño y se pierde el apetito. La etapa puede durar
un día o un mes, pero no mucho más. Puede venir acompañada de síntomas
físicos de ansiedad como vértigo, crisis de pánico, hiperventilación o
cansancio extremo.
2. Negación. Este mecanismo, que conlleva la
incapacidad de aceptar que la relación ha terminado, también sucede
cuando se vive la muerte de un ser querido. Hay personas que se estancan
en esta etapa durante años, con la esperanza de que vuelva la persona
que se fue.
3. Pena y depresión. Esta emoción puede
afectar tanto al que abandona como al abandonado. Suele describirse como
un sentimiento de vacío, como si faltara una parte de uno mismo. Es el
sentimiento que impulsa a muchas personas a correr hacia otra relación,
lo cual no es algo muy saludable para la curación, aunque sí
comprensible. Es importante permitirse vivir la experiencia de la
tristeza sin acudir a atajos como la actividad frenética, drogas y
alcohol o promiscuidad sexual. En estas circunstancias es aconsejable
hablar con un psicólogo o con amigos sobre lo que se está sintiendo. La
pena proviene no solo de la pérdida de la persona, sino del tiempo que
se compartió y del fracaso del proyecto de pareja. La pena puede
conducir a la depresión y es entonces cuando la persona se puede quedar
estancada, a veces durante años. Si no se puede seguir adelante y
superar la etapa, habría que buscar ayuda profesional.
4. Culpa. Esta emoción es sentida por aquél
que termina la relación, pero también por el abandonado. En este último
caso posiblemente debido a la idea de fracaso. Al pensar sobre qué fue
lo que falló, el que se culpabiliza suele razonar sobre lo que podría
haber sido hecho de otra forma. Si algo tiene de positiva la culpa, es
que ayuda a hacer cambios en el futuro. La parte negativa y no saludable
es la que lleva a culparse a uno mismo de un modo poco ecuánime e
injusto. Las personas que lo hacen son aquellas que son incapaces de
sentir rabia hacia la ex pareja y dirigen la rabia hacia sí mismos.
Creen que todo ha sido culpa suya. Habría que recordar que el
remordimiento genuino debe venir seguido del perdón hacia sí mismo. Si
no se consigue superar la culpa, no es posible finalizar el duelo.
5. Rabia. La presencia de la rabia es algo
completamente normal durante el duelo. Es una fuerte emoción que nace de
sentirse herido, aunque no haya nadie a quién culpar. El momento en que
se experimenta la rabia depende de cada persona en particular. Algunos
la sienten muy al principio y otros son más lentos hasta llegar a
sentirla. Al ser una energía potente, la rabia puede hacer sentir
irritabilidad y nerviosismo, pero el lado positivo es que ayuda a
sobrellevar los malos momentos y motiva para reconstruir la vida. No
habría que sentirse culpable por sentir rabia en esta etapa, ya que esto
indica que se está superando la pena. También puede revelarse una rabia
destructiva y no terapéutica en forma de venganza o de la utilización
de los hijos en contra de la otra persona. Otras veces la rabia se
materializa en una siguiente relación, llevando a que la persona se
desquite inconscientemente con la nueva pareja con insultos,
desconsideración o indiferencia. De esta forma está proyectando en otro
lo que siente que le han hecho. También hay personas que permanecen
rabiosas durante años, lo cual indica que siguen ligados emocionalmente a
sus ex parejas de un modo destructivo. Es importante saber discernir
con la ayuda de un terapeuta si la rabia es saludable o es destructiva.
6. Resignación: el adiós. Esta es la
transición más difícil del proceso de duelo. No solo hay que aceptar que
la relación se ha terminado; también hay que liberarse de ella por
completo, recuperando la energía que se invirtió en la relación. Aunque
parezca que lo peor ya pasado, también es posible quedarse atrapado en
esta etapa: cuando el agotamiento nervioso deja a la persona sin
motivación para seguir adelante.
7. Reconstrucción. En este punto hay más
días alegres que tristes y se empieza a reconstruir activamente la vida.
La persona vuelve a centrar la atención en si mismo y a sus propias
necesidades y se vuelve a desear conocer a otra persona. Esta etapa es
como aprender a caminar otra vez después de haberse roto una pierna. La
persona se siente mejor pero necesita construir su fortaleza
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El duelo es un proceso de ajuste emocional después de una pérdida,
durante el cual diversas emociones compiten entre sí. El proceso incluye
etapas diferentes que pueden explicarse separadamente pero que no se
presentan de un modo ordenado. Pueden solaparse y mezclarse entre sí,
pero lo que sí hay que saber es que para completar el proceso de
curación hay que experimentarlas todas. Puede haber días mejores o
peores, y, a veces, lo que se creía superado se vuelve a sentir. Por
otra parte, algunas emociones prevalecen sobre otras: por ejemplo,
sentir rabia durante demasiado tiempo puede indicar que se está luchando
contra la tristeza y al revés, sentirse encallado en la tristeza y la
depresión podría indicar el no haber podido reconocer y superar la
rabia.
Las etapas se podrían clasificar de esta forma:
1. Impacto. Es la primera reacción: una
sensación de paralización, desorientación e incredulidad. La vida se
estanca y la atención se concentra en la pérdida sentimental. Se
bloquean las emociones y es difícil concentrarse en las tareas diarias.
Cuesta conciliar el sueño y se pierde el apetito. La etapa puede durar
un día o un mes, pero no mucho más. Puede venir acompañada de síntomas
físicos de ansiedad como vértigo, crisis de pánico, hiperventilación o
cansancio extremo.
2. Negación. Este mecanismo, que conlleva la
incapacidad de aceptar que la relación ha terminado, también sucede
cuando se vive la muerte de un ser querido. Hay personas que se estancan
en esta etapa durante años, con la esperanza de que vuelva la persona
que se fue.
3. Pena y depresión. Esta emoción puede
afectar tanto al que abandona como al abandonado. Suele describirse como
un sentimiento de vacío, como si faltara una parte de uno mismo. Es el
sentimiento que impulsa a muchas personas a correr hacia otra relación,
lo cual no es algo muy saludable para la curación, aunque sí
comprensible. Es importante permitirse vivir la experiencia de la
tristeza sin acudir a atajos como la actividad frenética, drogas y
alcohol o promiscuidad sexual. En estas circunstancias es aconsejable
hablar con un psicólogo o con amigos sobre lo que se está sintiendo. La
pena proviene no solo de la pérdida de la persona, sino del tiempo que
se compartió y del fracaso del proyecto de pareja. La pena puede
conducir a la depresión y es entonces cuando la persona se puede quedar
estancada, a veces durante años. Si no se puede seguir adelante y
superar la etapa, habría que buscar ayuda profesional.
4. Culpa. Esta emoción es sentida por aquél
que termina la relación, pero también por el abandonado. En este último
caso posiblemente debido a la idea de fracaso. Al pensar sobre qué fue
lo que falló, el que se culpabiliza suele razonar sobre lo que podría
haber sido hecho de otra forma. Si algo tiene de positiva la culpa, es
que ayuda a hacer cambios en el futuro. La parte negativa y no saludable
es la que lleva a culparse a uno mismo de un modo poco ecuánime e
injusto. Las personas que lo hacen son aquellas que son incapaces de
sentir rabia hacia la ex pareja y dirigen la rabia hacia sí mismos.
Creen que todo ha sido culpa suya. Habría que recordar que el
remordimiento genuino debe venir seguido del perdón hacia sí mismo. Si
no se consigue superar la culpa, no es posible finalizar el duelo.
5. Rabia. La presencia de la rabia es algo
completamente normal durante el duelo. Es una fuerte emoción que nace de
sentirse herido, aunque no haya nadie a quién culpar. El momento en que
se experimenta la rabia depende de cada persona en particular. Algunos
la sienten muy al principio y otros son más lentos hasta llegar a
sentirla. Al ser una energía potente, la rabia puede hacer sentir
irritabilidad y nerviosismo, pero el lado positivo es que ayuda a
sobrellevar los malos momentos y motiva para reconstruir la vida. No
habría que sentirse culpable por sentir rabia en esta etapa, ya que esto
indica que se está superando la pena. También puede revelarse una rabia
destructiva y no terapéutica en forma de venganza o de la utilización
de los hijos en contra de la otra persona. Otras veces la rabia se
materializa en una siguiente relación, llevando a que la persona se
desquite inconscientemente con la nueva pareja con insultos,
desconsideración o indiferencia. De esta forma está proyectando en otro
lo que siente que le han hecho. También hay personas que permanecen
rabiosas durante años, lo cual indica que siguen ligados emocionalmente a
sus ex parejas de un modo destructivo. Es importante saber discernir
con la ayuda de un terapeuta si la rabia es saludable o es destructiva.
6. Resignación: el adiós. Esta es la
transición más difícil del proceso de duelo. No solo hay que aceptar que
la relación se ha terminado; también hay que liberarse de ella por
completo, recuperando la energía que se invirtió en la relación. Aunque
parezca que lo peor ya pasado, también es posible quedarse atrapado en
esta etapa: cuando el agotamiento nervioso deja a la persona sin
motivación para seguir adelante.
7. Reconstrucción. En este punto hay más
días alegres que tristes y se empieza a reconstruir activamente la vida.
La persona vuelve a centrar la atención en si mismo y a sus propias
necesidades y se vuelve a desear conocer a otra persona. Esta etapa es
como aprender a caminar otra vez después de haberse roto una pierna. La
persona se siente mejor pero necesita construir su fortaleza
desarrollando el amor propio y la seguridad en sí misma.
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El duelo es un proceso de ajuste emocional después de una pérdida,
durante el cual diversas emociones compiten entre sí. El proceso incluye
etapas diferentes que pueden explicarse separadamente pero que no se
presentan de un modo ordenado. Pueden solaparse y mezclarse entre sí,
pero lo que sí hay que saber es que para completar el proceso de
curación hay que experimentarlas todas. Puede haber días mejores o
peores, y, a veces, lo que se creía superado se vuelve a sentir. Por
otra parte, algunas emociones prevalecen sobre otras: por ejemplo,
sentir rabia durante demasiado tiempo puede indicar que se está luchando
contra la tristeza y al revés, sentirse encallado en la tristeza y la
depresión podría indicar el no haber podido reconocer y superar la
rabia.
Las etapas se podrían clasificar de esta forma:
1. Impacto. Es la primera reacción: una
sensación de paralización, desorientación e incredulidad. La vida se
estanca y la atención se concentra en la pérdida sentimental. Se
bloquean las emociones y es difícil concentrarse en las tareas diarias.
Cuesta conciliar el sueño y se pierde el apetito. La etapa puede durar
un día o un mes, pero no mucho más. Puede venir acompañada de síntomas
físicos de ansiedad como vértigo, crisis de pánico, hiperventilación o
cansancio extremo.
2. Negación. Este mecanismo, que conlleva la
incapacidad de aceptar que la relación ha terminado, también sucede
cuando se vive la muerte de un ser querido. Hay personas que se estancan
en esta etapa durante años, con la esperanza de que vuelva la persona
que se fue.
3. Pena y depresión. Esta emoción puede
afectar tanto al que abandona como al abandonado. Suele describirse como
un sentimiento de vacío, como si faltara una parte de uno mismo. Es el
sentimiento que impulsa a muchas personas a correr hacia otra relación,
lo cual no es algo muy saludable para la curación, aunque sí
comprensible. Es importante permitirse vivir la experiencia de la
tristeza sin acudir a atajos como la actividad frenética, drogas y
alcohol o promiscuidad sexual. En estas circunstancias es aconsejable
hablar con un psicólogo o con amigos sobre lo que se está sintiendo. La
pena proviene no solo de la pérdida de la persona, sino del tiempo que
se compartió y del fracaso del proyecto de pareja. La pena puede
conducir a la depresión y es entonces cuando la persona se puede quedar
estancada, a veces durante años. Si no se puede seguir adelante y
superar la etapa, habría que buscar ayuda profesional.
4. Culpa. Esta emoción es sentida por aquél
que termina la relación, pero también por el abandonado. En este último
caso posiblemente debido a la idea de fracaso. Al pensar sobre qué fue
lo que falló, el que se culpabiliza suele razonar sobre lo que podría
haber sido hecho de otra forma. Si algo tiene de positiva la culpa, es
que ayuda a hacer cambios en el futuro. La parte negativa y no saludable
es la que lleva a culparse a uno mismo de un modo poco ecuánime e
injusto. Las personas que lo hacen son aquellas que son incapaces de
sentir rabia hacia la ex pareja y dirigen la rabia hacia sí mismos.
Creen que todo ha sido culpa suya. Habría que recordar que el
remordimiento genuino debe venir seguido del perdón hacia sí mismo. Si
no se consigue superar la culpa, no es posible finalizar el duelo.
5. Rabia. La presencia de la rabia es algo
completamente normal durante el duelo. Es una fuerte emoción que nace de
sentirse herido, aunque no haya nadie a quién culpar. El momento en que
se experimenta la rabia depende de cada persona en particular. Algunos
la sienten muy al principio y otros son más lentos hasta llegar a
sentirla. Al ser una energía potente, la rabia puede hacer sentir
irritabilidad y nerviosismo, pero el lado positivo es que ayuda a
sobrellevar los malos momentos y motiva para reconstruir la vida. No
habría que sentirse culpable por sentir rabia en esta etapa, ya que esto
indica que se está superando la pena. También puede revelarse una rabia
destructiva y no terapéutica en forma de venganza o de la utilización
de los hijos en contra de la otra persona. Otras veces la rabia se
materializa en una siguiente relación, llevando a que la persona se
desquite inconscientemente con la nueva pareja con insultos,
desconsideración o indiferencia. De esta forma está proyectando en otro
lo que siente que le han hecho. También hay personas que permanecen
rabiosas durante años, lo cual indica que siguen ligados emocionalmente a
sus ex parejas de un modo destructivo. Es importante saber discernir
con la ayuda de un terapeuta si la rabia es saludable o es destructiva.
6. Resignación: el adiós. Esta es la
transición más difícil del proceso de duelo. No solo hay que aceptar que
la relación se ha terminado; también hay que liberarse de ella por
completo, recuperando la energía que se invirtió en la relación. Aunque
parezca que lo peor ya pasado, también es posible quedarse atrapado en
esta etapa: cuando el agotamiento nervioso deja a la persona sin
motivación para seguir adelante.
7. Reconstrucción. En este punto hay más
días alegres que tristes y se empieza a reconstruir activamente la vida.
La persona vuelve a centrar la atención en si mismo y a sus propias
necesidades y se vuelve a desear conocer a otra persona. Esta etapa es
como aprender a caminar otra vez después de haberse roto una pierna. La
persona se siente mejor pero necesita construir su fortaleza
desarrollando el amor propio y la seguridad en sí misma.
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