Las princesas Disney son uno de los iconos culturales
del siglo XX. Forman parte del imaginario colectivo y representan los diferentes
tipos de mujer que el cine ha querido retratar. Al margen de que su objetivo
final siempre haya sido el de encontrar marido, sus aspiraciones, necesidades y
decisiones han evolucionado durante los 76 años que Disney ha necesitado para
llegar a ‘Frozen’, de estreno este mismo viernes.
Disney siempre se ha caracterizado por sus valores
conservadores y comerciales, pues no hay que olvidar que su intención es la
de construir un imperio económico basado en los sueños y anhelos de las niñas preadolescentes.
Pero la construcción de sus personajes es a menudo delicada y sutil, y por
tanto da lugar a miles de lecturas y mensajes escondidos tras las canciones, la
magia y los cambios de peinado.
“Jo, en este bosque nadie se dará cuenta de lo guapísima
que soy”
El papel de la mujer en el siglo pasado puede
dibujarse (¡dibujarse!) a través de los diferentes perfiles que Disney ha
creado para contar sus historias. Hollywood ha reinterpretado estos mitos una y
otra vez, y el público de todo el mundo ha esperado que su vida le traiga
emociones fuertes con la misma facilidad y con el mínimo esfuerzo.
En esta primera parte presentaré el contraste entre
las heroínas clásicas (y vagas) y el nuevo modelo de Princesa Disney que lideró
la espectacular reinvención del estudio en los 90, sin renunciar a sus valores
insignia.
Blancanieves (1937)
El vestido más famoso (y menos favorecedor) de la
historia del cine es el mayor icono con el que contaba la pobre Blancanieves.
Su único problema es que era demasiado guapa, algo que por supuesto su
madrastra no podía soportar. ‘Blancanieves y los Siete Enanitos’ es una
historia sobre la irracional envidia femenina y cómo una mujer guapa lo tendrá
todo mucho más fácil en esta vida ya que siempre habrá hordas de hombres feísimos
dispuestos a ayudarla.
“Ay qué bien, ya no me hará falta andar nunca más”
Los siete enanitos representan la primera pandilla de
pagafantas de la historia del cine, y Blancanieves es un ejemplo de belleza
plana, ingenua y dependiente. El mito de Eva comiendo la manzana es
reinterpretado para adaptarse a la América de la Depresión: el diablo es ahora
una vieja amargada y envidiosa y la mujer pecadora no tiene ni idea de lo que
está haciendo, pero no le queda más remedio que esperar dormida a que el
hombre solucione la metedura de pata que ha cometido y se case con ella para
compensarla, a pesar de que no la conoce de nada.
Pero claro, es guapísima, ¿qué más se le puede pedir a
una mujer?
Cenicienta (1950)
La nueva década trajo consigo este retrato disneyano
de la lucha de clases. Cenicienta es una chachorra que se pasa el día limpiando
y cagándose en sus hermanas y a la que por supuesto ni se le pasa por la
cabeza irse de casa y buscar trabajo como secretaria. Es mucho más cómodo
quedarse en casa fregando el suelo a la espera de que algún millonario se dé
cuenta de lo guapa que eres.
“Joder soy la única princesa disney que madruga”
Este cuento de hadas no es más que la crónica del
braguetazo definitivo. A Cenicienta la basta ponerse unos zapatos preciosos y
un vestido de imitación para conseguir que el Príncipe, cuyo mayor problema es
que todas las mujeres del mundo se lo quieren tirar, se enamore de ella durante
una canción. Si la humanidad dependiera de Disney, la mujer no habría
evolucionado desde las cavernas. Por supuesto el Príncipe sacará a
Cenicienta de la calle, ¿pero cuánto tardará en echarle en cara que no era
nadie cuando le conoció?
“ — ¡No te vayas!
– Perdona, es que soy una puta mentirosa”
Cabe destacar además que Cenicienta tampoco trabaja
tanto, ya que le endosa las tareas del hogar más chungas un grupo de ratones
pagafantas que no son capaces de callarse ni fregando los platos. La
película contribuyó a hundir la vida de todas las mujeres del mundo que se
casaban con hombres viudos y con hijos, pues en pleno siglo XXI seguimos
asociando la palabra “madrastra” a “tirana frígida explotadora”.
Prueba gráfica de que Cenicienta era esquizofrénica.
Sus dos hermanastras, Griselda y Anastasia, perpetúan
el mito de que las mujeres con el culo gordo dedicarán su vida a odiar e
intentar destruir a las mujeres guapas.
Aurora (1959)
No se puede ser más vaga que esta mujer. La película
Disney más republicana de todas retrata a una princesa que literalmente no hace
nada con su vida (las dos anteriores al menos se pasaban el día limpiando y
quejándose) y que cuando llega el momento de asumir sus responsabilidades
políticas prefiere pasar total y ponerse a dormir.
“ – Despierta cariño.
- ¿¡Qué!? ¿Ya es mediodía?
Afortunadamente, ese completo desconocido que intentó
meterle mano en el bosque ha resultado no ser un psicópata, sino un príncipe
machote que estará dispuesto a matar dragones para despertarla (al parecer
ponerse el despertador no era una opción para Aurora). Tras un beso de amor
verdadero, el Príncipe una vez más soluciona el marrón en el que se metió la
princesa por tonta y por estar tan aburrida que se puso a toquetear ruecas
(nótese que en ningún momento se le ocurre limpiarla).
“Como grites te rajo”
Y nada, tras varios años de siesta Aurora ya está
preparada para dirigir un país entero. Al menos Cenicienta venía desde abajo y
era de pueblo llano, y todos sabemos que durante ese baile tuvo que calentar al
Príncipe lo suficiente como para que se pasase meses buscándola, pero Aurora no
sabe hacer absolutamente nada excepto ser guapísima y poner cara de sorpresa
todo el rato.
Uno de los grandes valores de ‘La Bella Durmiente’
es introducir el concepto de “princesa con pelazo” que tantísimos sueños y
frustraciones ha creado a lo largo de los años.
Ariel (1989)
Treinta años se pasó Disney sin contar historias de
princesas, ya que no encajaban en el cine transgresor, cínico y taciturno de
los 60, 70 y 80. Pero el mundo había cambiado y ‘La Sirenita’ reinventó
los conflictos de las heorínas Disney para siempre: se introdujo en la ecuación
el factor SEXO. ¿Para qué quería Ariel un par de piernas? Para abrirlas.
El despertar sexual adolescente fue retratado a través de canciones
sensacionales, amigos homosexuales (¿es Ariel la primera mariliendres de
Disney?) y un pelazo con vida propia que todos pensaríamos que es teñido si no
fuera porque ya sabemos los estragos que causa el agua salada en las mechas.
A ver si en tierra firme se te mueve igual el pelo,
lista.
Para empezar es Ariel quien le salva la vida a Eric,
tras lo cual se convierte en la quintaesencia de la adolescente incomprendida,
en uno de los conflictos más conseguidos que he visto en una película. Su
padre (descomunal e incomprensiblemente musculoso) no es capaz de entender el
despertar sexual de su hija, e intenta protegerla de que a cambio de conseguir
el amor, ella pierda su voz. No. Puede. Ser. Más. Magistral.
Y aquí es donde entra Úrsula. Disney ya había
utilizado travestis antes (Maléfica, Cruela DeVil), pero esta pulpa excesiva,
arrolladora y obesa mórbida fue más allá al utilizar los anhelos de Ariel para
destruirla, y todo bajo una propuesta muy simple: ¿para qué quieres hablar,
si eres guapísima?
Y efectivamente Ariel consigue seducir a Eric poniendo
esta cara:
“No llevo bragas”
Y el final de ‘La Sirenita’ es un cuento de
emancipación, pues las piernas de Ariel acaban sirviéndole para salir por patas
de su casa e irse a vivir aventuras y a vivir del cuento el resto de su vida.
Ella ya era una Princesa bajo el mar, así que está perfectamente cualificada para
pasarse el día siendo fabulosa, peinándose y poniéndose flores en el pelo.
Bella (1991)
Disney tardó 91 años en crear una heroína del siglo XX
a través de esta pueblerina con ambiciones, que no sólo era más lista que el
resto del pueblo (y ya se encargaba ella de dejárselo claro a todos cada vez
que hablaba con ellos con una condescendencia sin precedentes en Disney), sino
que se pasaba el día leyendo. Por supuesto esta tampoco se planteaba en
ningún momento ponerse a buscar trabajo en la panadería del pueblo, porque
sabía que era demasiado lista para trabajar en el sector servicios.
“ – Dicen que es lesbiana.
- Os estoy oyendo, zorras.”
La actitud del pueblo hacia Bella es todo un acierto:
eres rara porque lees, pero como eres mona nos caes bien. Por si acaso no nos
ha quedado claro que Bella es una mujer excepcional, ahí están las tres zorras
de la taberna para hacer efecto contraste: Bella podría haber sido una de
ellas, pero prefirió quedarse en casa haciendo gachas con el chiflado de su
padre.
En la biblioteca, Bella lee un libro que cuenta
exactamente lo que va a pasarle. Y estoy seguro que también lee las escrituras
del castillo, porque no hay quién se crea que la familia real viviese en un
castillo en las afueras del pueblo y nadie se preguntase qué pasó con el
Príncipe que vivía ahí hasta hacía 10 años. Bella, que es más lista que el
hambre, lo entiende todo y manda a su padre como señuelo. En cuanto ve el
cuadro y la rosa, Bella se da cuenta que esta es su oportunidad para dar un
braguetazo y pasarse la vida leyendo libros.
Solo eso explica que durante el bufet libre de Qué
Festín la muy pájara no pruebe ni un solo bocado, porque sabe que lo más
importante de su plan es conseguir entrar en ese vestido dorado que ya ha visto
dentro del armario nada más llegar a Palacio.
“Me he amputado cuatro costillas antes de venir”
El resto es historia. Bella espera hasta el último
segundo para romper el hechizo, y conseguir así que el Príncipe se pase toda la
vida en deuda con ella. El Príncipe, por cierto, es algo más blando que los
anteriores, aunque mucho más construido como personaje. Aunque Bella debería
saber que si tu novio tiene el pelo más sedoso que tú, la relación no va a
funcionar.
Lo que siempre me ha atraído mucho de ‘La Bella y
la Bestia’ son sus consecuencias. ¿Os imagináis qué tipo de reina
sería Bella, ahora que sus súbditos son ese pueblo de hijos de puta que casi la
mandan a la hoguera por culpa de su estupidez y su paranoia colectiva? Desde
luego Lefou no iba a levantar cabeza, sobre todo después de que el amor de su
vida (Gastón) desapareciera en extrañas circunstancias.
Se me ocurren peores planes que casarte con
Gastón.
En 1992, Yasmin lo cambiaría todo al convertirse en la
primera princesa Disney que ya tiene una vida de ensueño cuando empieza la
película, pero está vacía por dentro. A partir de ella todas las heroínas de la
factoría serían humildes, realistas y poco ambiciosas.
La adolescente de extrarradio ambiciosa y seductora no
volvería a repetirse, aunque cazar marido siempre es la mayor prioridad.
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