viernes, 30 de diciembre de 2016

El método científico para tomar decisiones

La terapia de solución de problemas: el método científico para tomar decisiones

¡Ay, los problemas, los malditos problemas! Llevan toda la vida quebrándonos la cabeza. Desde los que nos ponían en el colegio para que aprendiéramos matemáticas hasta los que nos encontramos en nuestro día a día. Lo bueno es que, antes de hacer frente a los primeros, teníamos unos profesores que nos enseñaban el procedimiento para poder solucionarlos.

Pero, ¿qué podemos hacer para afrontar los de la vida real? Estos carecen de fórmulas establecidas que den siempre un resultado concreto, ¿verdad? ¡No desesperemos! Aunque no haya un método exacto que nos diga que si hacemos una cosa va a tener una determinada consecuencia, sí que podemos guiarnos mediante la técnica de solución de problemas, que nos va a ayudar a tomar la decisión más adecuada.

¿Qué es la terapia de solución de problemas?

Los conflictos forman parte de la vida y todos los sufrimos. Los seres humanos somos por naturaleza solucionadores de problemas, aunque algunos llevan mejor esta “naturaleza” que otros. ¿Esto qué nos sugiere? Que es una habilidad que se puede entrenar. Por ello, D’Zurilla y Golfried idearon la terapia de solución de problemas en 1971.

Esta técnica nos va a facilitar la labor de identificar los problemas, el generar distintas alternativas de solución y la selección de la respuesta que pueda ser más eficaz entre las propuestas elaboradas. De esta forma, contaremos con una herramienta más para controlar las emociones negativas que pueden surgir ante diferentes obstáculos.
Mujer pensando
Para ello, se debe seguir un método compuesto por cinco fases que explicaré más detalladamente a continuación. El procedimiento es largo, pero merece la pena ponerlo en marcha para situaciones problemáticas importantes. Los pasos a seguir son:
  • Orientación hacia el problema.
  • Definición y formulación del problema.
  • Generación de soluciones alternativas.
  • Toma de decisiones.
  • Ejecución y verificación.

Fase 1: orientación hacia el problema

puertasEl primer paso que hay que dar antes de intentar solucionar un problema es adoptar una actitud positiva hacia el conflicto y hacia las habilidades que poseemos para hacerle frente de forma exitosa. Debemos fomentar las creencias de autoeficacia, asumiendo que podemos llegar a resolver el problema e identificando aquellos lastres con los que partimos, como la falta de seguridad en nosotros mismos.
Por otro lado, es importante cambiar la visión que tenemos sobre el problema. En lugar de pensar negativamente sobre él, lo que nos va a dificultar encontrar una solución, tenemos que percibirlo como un reto que nos va a ayudar a crecer personalmente, haciendo que nuestras habilidades mejoren.

Además de todo esto, tenemos que ser capaces de parar y pensar antes de actuar para poder completar esta primera fase del proceso. Esto es así ya que, si actuamos de forma impulsiva, cometeremos errores al tratar de resolver el problema.

Fase 2: definición y formulación del problema

Una vez que hemos asumido que existen problemas y que podemos encontrarles soluciones adecuadas, pasaremos a la siguiente fase. En esta trataremos de definir y formular adecuadamente el conflicto. Esto es muy importante, ya que una vez que tengamos claro cuál es el reto de forma concreta, habremos recorrido una buena parte del camino.

Así, una buena idea es empezar recopilando la información relevante, describiéndola en términos concretos, específicos y relevantes. Es muy importante que nos basemos en los hechos objetivos, es decir, en cómo quedarían retratados por una cámara de vídeo, que no puede grabar nuestros pensamientos, sino solo lo que pasa, al margen de nuestras valoraciones.

También es necesario identificar por qué esa situación que se ha dado es un conflicto. Además, hay que reevaluar el significado de este para el bienestar personal y social. Por último, debemos tomar conciencia de que no todos los problemas son resolubles y, los que lo son, implican grados diversos de dificultad. Tenemos establecer una meta realista de solución. Podemos incluso descomponer un problema que sea más complejo en distintos “subproblemas” cuya solución sea más fácil de llevar a cabo.

Fase 3: generación de soluciones alternativas

Cuando hemos conseguido llevar a cabo los dos pasos anteriores y sabemos cuál es el problema exacto al que nos enfrentamos, llega el momento de generar tantas soluciones alternativas como sea posible. Esto nos va a resultar difícil, ya que estamos habituados a responder de forma automática ante las situaciones conflictivas, pero hay que dedicarle tiempo a trabajar en ello: tanto como primera tarea como pensando mientras hacemos otra tarea. De hecho, se ha demostrado que distraernos nos ayuda a encontrar soluciones más creativas.

Cuantas más soluciones alternativas produzcamos, más ideas estarán disponibles y tendremos más probabilidades de encontrar la mejor respuesta a nuestro conflicto. También seremos capaces así de encontrar ideas de mejor calidad. Es importante recordar que en esta fase no evaluamos la calidad de las soluciones, ya que el juicio inhibe la imaginación, por lo que las valoraremos en el siguiente punto.

Fase 4: Toma de decisiones

Ahora ha llegado el momento de comparar y juzgar las distintas alternativas que hemos generado en el paso anterior. En base a la evaluación que hagamos, seleccionaremos la o las mejores para ponerlas en práctica respecto al problema que tenemos.
¿Cómo vamos a hacer esto? Pues en cada solución propuesta, indicaremos los costes y beneficios a corto y largo plazo para seleccionar la solución o conjunto de soluciones que creamos que nos ayudarán a conseguir los resultados esperados. Para ello, nos basaremos en cuatro criterios:
  • Resolución del problema: probabilidad de alcanzar la solución.
  • Bienestar emocional: calidad del resultado emocional esperado.
  • Tiempo/esfuerzo: el cálculo de la cantidad de tiempo y esfuerzo que creemos que requiere.
  • Bienestar personal y social en conjunto: razón coste/beneficio esperado total.
Con los resultados que obtengamos debemos ver si el problema es resoluble, si necesito más información antes de poder poner en marcha una alternativa y cuál debería elegir. Si no fuera así, tendríamos que volver a las fases previas del proceso para poder llegar a conseguir una solución satisfactoria.

Fase 5: Ejecución y verificación

Chica sonriendo con un girasol en la caraUna vez que hemos elegido la solución adecuada, ¿qué queda por hacer? ¡Ponerla en práctica! Solo así sabremos si es la alternativa adecuada para superar la situación problemática. Una vez que la ejecutemos, tenemos que observarnos de forma objetiva y comparar el resultado obtenido con el predicho. Si encontramos que no es el esperado, debemos buscar el origen de esta discrepancia para poder corregirla.
Finamente, cuando resolvemos un problema complicado solemos olvidarnos de hacer algo tan importante como premiarnos. Hay personas que se pasan la vida de angustia en angustia y cuando no tienen ninguna la anticipan. Hacer esto es sin duda una de las mejores formas de terminar sepultados bajo la piedra del estrés.
Lo importante de todo esto está en que tenemos que dejar de darle vueltas a los problemas en la cabeza, buscando soluciones pero sin poner en marcha ninguna, lo cual nos va a generar un grado elevado de malestar o incluso llevarnos a padecer trastornos de ansiedad o depresión.
Tenemos que arriesgarnos y tomar una decisión, dar un paso al frente. ¡No pasa nada por equivocarnos! ¿Quién es perfecto? ¡Nadie! Por lo tanto, es mejor tomar una decisión errónea, que quedarnos pensando y pensando sin hacer nada. Ahora que ya sabéis cómo, os invito a encontrar la solución a los retos que se os presenten.
Fuente:
Laura Reguera Carretero

lunes, 26 de diciembre de 2016

Dejar de sentir ...

Cuando nuestro cerebro elige no sentir para no sufrir

El sufrimiento no es una elección personal, nadie elige el dolor o el aislamiento emocional por propia voluntad. Ahora bien, no existe ninguna anestesia para no sufrir, las épocas oscuras deben afrontarse con entereza, valentía e ilusiones renovadas.

La vida no siempre es fácil. Esta frase nos la suelen decir muy a menudo, y quien hasta el momento ha tenido la suerte de no ser “tocado” por la adversidad, no comprende aún el realismo de estas palabras.
Vivir es afrontar retos, construir uno, dos, seis o más proyectos, es permitir que la felicidad abrace nuestras vidas, y aceptar que, de vez en cuando, el sufrimiento llamará a nuestra puerta para ponernos a prueba.
Y no, no todos asumimos esos golpes que nos trae la vida de igual modo. Hay quien afronta mejor las decepciones y quien por su parte, las interioriza permitiendo que minen su autoestima.
Ninguna tristeza se vive de igual manera, al igual que ninguna depresión tiene el mismo origen, ni se vive igual en todas las personas.
No obstante, existe un síntoma muy común que, de algún modo, todos habremos experimentado alguna vez: la anhedonia, la incapacidad para sentir placer y disfrutar de las cosas. Cuando experimentamos anhedonia nuestro cerebro, por así decirlo, “decide desconectar”, no sentir para no sufrir, aislarse, quedar anestesiado.

Puede que lo hayas sentido durante unos días, cuando te atrapa la apatía y el desánimo. Ahora bien… ¿qué ocurre cuando se vuelve crónico? ¿Qué pasa cuando dejamos de “sentir la vida” por completo de forma crónica? Hoy queremos tratar este tema para ofrecerte estrategias para ayudarte y ahondar en este aspecto tan importante.

La anhedonia, cuando perdemos el placer de vivir

no sentir para no sufrirTal y como te hemos indicado al inicio, no existe ninguna anestesia adecuada para el dolor de la vida. Cuando la anhedonia aparece en nuestro cerebro a modo de mecanismo de defensa, no está causándonos ningún bien. Al contrario.

Empezaremos aclarando algunos aspectos:
  • La anhedonia no es una enfermedad ni un trastorno: es un síntoma de algún proceso emocional o de algún tipo de enfermedad.
  • Si bien es cierto que en su gran mayoría se relaciona de forma íntima con la depresión, también puede manifestarse a raíz de una esquizofrenia o de demencias como el Alzheimer.
  • Todos, en menor medida, hemos experimentado anhedonia alguna vez: falta de interés por las relaciones sociales, por la comida, por comunicarnos…
  • El verdadero problema llega cuando la anhedonia levanta un muro a nuestro alrededor, y nos quita todo atisbo de humanidad: no sentimos nada ante las expresiones de cariño, no necesitamos a nadie a nuestro lado y ningún estímulo nos produce placer, ni la comida, ni la música… nada.
Si elegimos dejar de sentir para no sufrir, no estaremos protegiéndonos de nada. Estaremos cerrando las puertas a la vida, seremos almas que van deshilachándose poco a poco…

La anhedonia a nivel cerebral

Esta baja receptividad ante los estímulos exteriores, tiene su claro reflejo en un cerebro deprimido. Es importante que tengamos en cuenta qué tipo de procesos se desencadenan en nuestro interior cuando experimentamos anhedonia:
  • De volverse crónico este estado y alargar en el tiempo dichos procesos depresivos, nuestras estructuras cerebrales sufren cambios, y éstos, afectan a nuestros juicios, pensamientos y emociones.
  • El lóbulo frontal, relacionado con la toma de decisiones, se reduce.
  • Los ganglios basales, relacionados con el movimiento, quedan afectados hasta tal punto que incluso el levantarnos de la cama supone un gran esfuerzo.
  • El hipocampo, relacionado con las emociones y la memoria, también pierde volumen. Es habitual que tengamos fallos del recuerdo, que suframos indefensión, que nos obsesionen los pensamientos negativos.
A menudo se conoce a la depresión como la enfermedad de la tristeza. Pero en realidad, es algo que va más allá, es la cárcel de un cerebro emocional que no encuentra respuestas a los vacíos de la vida, a la decepción, a la pérdida de la ilusión.

Estrategias para afrontar la anhedonia y la depresión

La depresión no se “cura”, no se afronta de un día para otro. Requiere múltiples enfoques, dependiendo como siempre de la realidad de cada persona. Los fármacos, las terapias, el apoyo familiar y ante todo los propios recursos que uno pueda llegar a desplegar son elementos clave.
No obstante, por nuestra parte te invitamos a reflexionar en estos aspectos:
No sentir para no sufrir, no es un mecanismo adecuado con el que vivir. Te permitirá “sobrevivir” pero estando vacío/a por dentro. No te permitas ser un cautivo eterno del sufrimiento.
Si hay algo positivo que podemos sacar de la anhedonia, es que has dejado a un lado la capacidad de sentir. Ahora que estás “anestesiado/a” al dolor, es el momento de preguntarte qué NECESITAS.
  • ¿Necesitas que la tranquilidad y la felicidad vuelva a tu vida? Vuelve a ilusionarte en ti mismo/a.
  • ¿Necesitas dejar de ser prisionero del pasado? Haz un cambio hacia delante.
  • ¿Necesitas dejar de sufrir? Atrévete a vivir de nuevo, abre las puertas de tu corazón, permítete ser feliz otra vez.
Piensa en estos aspectos durante unos momentos y recuerda siempre que vivir, es SENTIR en toda su intensidad. Ya sea en su lado positivo, como en el negativo.

Fuente:
Valeria Sabater

Paz interior

El mejor estado de la vida no es estar enamorados, es estar tranquilos

Con el tiempo, solemos descubrir que el mejor estado de la vida no es estar enamorados, sino estar tranquilos. Solo cuando una persona logra hallar ese equilibrio interior donde nada sobra y nada falta, es cuando se siente más plena que nunca. El amor puede aparecer entonces si así lo quiere, aunque no es una necesidad obligada.

Resulta curioso como la mayoría de las personas seguimos teniendo como principal objetivo hallar a nuestra pareja perfecta. Cada vez disponemos de más aplicaciones en nuestros dispositivos móviles para facilitarnos esas búsquedas. Tampoco faltan los clásicos programas de televisión en horario de máxima audiencia orientados para el mismo fin. Buscamos y buscamos en este vasto océano sin haber hecho antes un viaje imprescindible: el del autoconocimiento.

chica con florEl hecho de no haber realizado esta necesitada peregrinación por nuestro interior ahondando en vacíos y necesidades, hace que a veces acabemos eligiendo compañeros de viaje poco acertados. Relaciones efímeras que quedan inscritas en la soledad de nuestras almohadas, tan llenas ya de sueños rotos y lágrimas sofocadas. Tanto es así que son muchas las personas que pasan gran parte de su ciclo vital saltando de piedra en piedra, de corazón en corazón, almacenando decepciones, amarguras y tristes desencantos.

En medio de este escenario, tal y como dijo Graham Greene en su novela “El final del romance” solo tenemos dos opciones: mirar hacia atrás o mirar hacia delante. Si lo hacemos de la mano de la experiencia y la sabiduría tomaremos el camino correcto: el del interior. Ahí donde poner en orden el laberinto de nuestras emociones para encontrar el preciado equilibrio.

El mejor estado de la vida es estar tranquilos

La tranquilidad no es ni mucho menos ausencia de emociones. Tampoco implica renuncia alguna al amor o a esa pasión que nos dignifica, esa que nos da alas y también raíces. La persona tranquila no evita ninguna de estas dimensiones, pero las ve desde esa perspectiva donde uno sabe muy bien dónde están los límites, dónde esa templanza que como un faro en la noche alumbra nuestra paz interior.

Fuente: lamenteesmaravillosa

lunes, 19 de diciembre de 2016

Como Afrontar...

El valor de iniciar el cambio


Una tormenta terrible. El viento azota el océano y remueve sus olas convirtiéndolas en crestas amenazantes salpicadas de espuma de mar. Pero debemos ser fuertes, levantar nuestras velas y agarrar con fuerza el timón de nuestra pequeña embarcación para adaptarnos a esos movimientos. Si nos quedamos quietos presas del pánico, seguramente nos hundiremos…

Lo sabemos, los cambios cuestan. Los cambios duelen, pero son necesarios para nuestra evolución como personas con el fin de encontrar no solo la felicidad, sino el sosiego y nuestra propia integridad. Resulta curioso por ejemplo que en la cultura oriental la palabra “cambio” se represente con dos ideogramas que a su vez ilustran dos términos: “peligro” y “oportunidad”. Realmente significativo.

LA NECESIDAD DE AFRONTAMIENTO

¿Por qué los cambios nos producen miedo o incertidumbre? Pongamos un ejemplo. Debes cambiar tu residencia para encontrar trabajo o, simplemente, uno mejor. El miedo a no saber si va a ser lo acertado y si el coste emocional y personal va a valer la pena, es sin duda el principal temor hacia ese paso determinante que habrá de cambiar nuestra vida.

Otro ejemplo. Llevas varios años de relación con una persona, y sientes que no eres feliz. Que no es tu lugar y que cada día que pasa te ves a ti mismo más oprimido/a. Pero sin embargo, temes dejar a dicha persona porque al mismo tiempo no sabes cómo enfrentarte a esa nueva vida en soledad, no sabes tampoco cómo se lo puede tomar tu pareja. Todo cambio genera incertidumbre y temor, tenemos la sensación de que durante un momento, “vamos a perder el control de nuestra vida”. Y pocas cosas pueden llegar a ser más angustiantes…

Sin saber cómo, las personas caemos en una realidad donde “lo que nos es conocido nos tranquiliza porque sabemos cómo debemos actuar”. Es decir, estamos en una especie de zona de confort donde a pesar de no ser plenamente felices en esta burbuja, lo que se haya fuera parece amenazante.
Todo cambio implica una gran dosis de valor personal. Nos obliga a adaptarnos a las nuevas condiciones del entorno, ahí donde hemos de invertir buena parte de nuestro esfuerzo emocional y físico, a la vez que arriesgar nuestro bienestar y seguridad.


LA VALENTÍA PERSONAL

Para ser capaces de iniciar o embarcarnos en ese cambio que tanto deseamos pero que no nos atrevemos a propiciar, necesitamos en primer lugar ser realistas y conscientes de nuestra situación. ¿Cómo te sientes en estos momentos? ¿Crees que estás realizado/a personalmente? ¿Estás en una realidad que de verdad deseas, con las personas que deseas? Cuando te miras al espejo ¿puedes decirte a ti mismo/a que eres feliz? Es verdad que pueden ser unas cuestiones muy determinantes, pero ahí está quizá la naturaleza de la cuestión a indagar, ahí estará tal vez la necesidad de cambio en algún aspecto de nuestra vida. Sea grande o pequeño.

El cambio es parte de la vida y no un obstáculo insalvable que alguien pone a propósito en nuestro camino. Debemos ante todo dejar a un lado todas esas ideas negativas y posibles anticipaciones, que, seguramente, aún pondrán más espinas en nuestro sendero hacia el cambio. Porque todo miedo, es el filo de una tijera a punto de cortar nuestras alas. Y todos tenemos derecho a volar…

Lo principal es ir exponiéndonos poco a poco a determinadas situaciones, ahí donde podamos ir desarrollando estrategias de afrontamiento para salir hacia adelante, e ir aprendiendo al mismo tiempo. Porque si no nos arriesgamos no alcanzaremos nunca las aptitudes necesarias para ser valientes. Para arriesgar y tener el control de nuestras propias vidas.
Perder el miedo es apostar por la felicidad. Y seguro que también tú deseas alcanzarla.
Valeria Sabater

lunes, 12 de diciembre de 2016

Aceptar o Conformarse

Aceptar no es conformarse

Muchas veces tendemos a sufrir en exceso por situaciones que no están en absoluto bajo nuestro control y en ocasiones, lo pasamos peor por nuestra propia resistencia a aceptar lo sucedido, que por el hecho negativo en sí.
Es cierto que las emociones son sumamente necesarias y que no es aconsejable reprimirlas. La tristeza nos sirve para recuperar el equilibrio tras una pérdida e informar a los demás de que nos encontramos mal, la ansiedad nos ayuda a protegernos de ciertas amenazas y peligros, el asco nos preserva de contagiarnos de una enfermedad, etc…
Las emociones, cuando son adaptativas y coherentes con la situación que estamos viviendo, son muy necesarias y nos ayudan a sobrevivir. El problema viene cuando la emoción ya ha dejado de realizar su función y se vuelve contra nosotros, como si nos pusiéramos la zancadilla y dejáramos que las emociones pasen a ser nuestros propios enemigos.

Como sabemos, el hecho de sentirnos bien o sentirnos mal viene determinado por nuestra manera de enfocar los hechos. Como decía Buda: el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional. Tú puedes decidir cuánto y cómo quieres sufrir y para ello, una de las máximas que has de interiorizar es que el mundo es incierto y que tenemos control en muy pocas cosas, pero esto es parte del juego.

¿Somos conformistas?

Para nada. Como dice el título del presente artículo: aceptar no es conformarse. Mucha gente piensa que si no se queja lo suficiente, si no llora y patalea lo que debería o si no se enfada con el mundo cuando algo le sale mal, es que se está conformando y eso es de débiles y es, más bien, al revés.
De débiles es gastar nuestras energías y nuestro valioso tiempo –irrecuperable, de hecho- en algo que no está bajo nuestro control y que no podemos modificar. Insisto en que las emociones importan, y mucho, pero hasta cierto límite a partir del cual pasan a ser inútiles.
Tener deseos, objetivos, proyectos apasionantes e ilusiones es esencial y muy importante para ser feliz y encontrarle sentido a nuestra vida. No debemos conformarnos si algo no nos gusta, debemos intentar cambiarlo. Al igual que si queremos tener algo muy apreciado, tenemos que ir a por ello y si podemos, conseguirlo y disfrutarlo.
Por lo tanto, no hablamos aquí de conformismo. Si quiero algo, he de ir a por ello y pasármelo bien en el intento, pero lo realmente importante es entender que por mucho que yo luche por algo, puede ocurrir que al final me salga mal, por factores que no están bajo mi control y aquí es donde entra el concepto de aceptación.

La vida no es perfecta

¿Y qué? No lo es, no lo ha sido y nunca lo será. Esto es lo que hay que aceptar. Aceptar significa comprender que las cosas a veces están a mi favor y otras veces no, y eso es algo normal, forma parte de la vida y además está bien, ya que si todo fuese perfecto, nunca valoraríamos el hecho de que las cosas nos sean favorables.
Para disfrutar las victorias, es necesario tener algunos fracasos
Por lo tanto, es muy importante decirse a uno mismo: intentaré que las cosas me vayan bien y pondré todas mis fuerzas en ello, pero si no sale, mala suerte, hay cosas que no dependen de mí y no me enervaré por ello más de lo necesario. Ya se abrirán otras puertas.
Y no basta con repetirlo como un loro, hay que creerse lo que uno se dice porque es la única realidad. Te encontrarás mil piedras en el camino y más vale que aceptes cuanto antes que esto será así. Aceptar te ahorrará muchos sufrimientos innecesarios.

Aprendiendo a aceptar…

Mujer con los ojos cerrados aceptando
  • El mundo no siempre es como tú quieres: por mucho que te enfade, te entristezca o te ponga ansioso, las cosas no siempre salen como deseas. Si lo aceptas, tu estado emocional será más tranquilo y sosegado y te permitirá ver la situación desde una perspectiva de búsqueda de soluciones. No dejarás que la emoción te domine y te nuble la vista.
  • Las personas no actúan conforme a tus expectativas: cada cual es un ser humano individual con mentalidad propia que puede hacer lo que se le venga en gana. Abandona las expectativas sobre los demás, no esperes nada, simplemente deja que la gente te vaya sorprendiendo con sus actos y disfruta de lo que te puedan brindar.
  • Los seres humanos nos equivocamos, tú también: trata de reparar tus errores e intenta que los demás también lo hagan, pero no condenes a los demás ni te autocondenes a ti mismo por fallar, porque errar también forma parte del juego y gracias a ello, acabamos siendo buenos en muchas cosas.
Aceptar es darte cuenta de que todo está bien como está y lo que tenga que suceder, simplemente sucederá, pero siempre que tengamos margen para cambiar o actuar, podemos hacerlo y mejorar la situación desde una actitud serena, amorosa y centrada en el presente.

Fuente: lamenteesmaravillosa

lunes, 5 de diciembre de 2016

Depresion y el Sistema inmune


Depresión: ¿se origina en el sistema inmunológico?

Depresión: ¿se origina en el sistema inmunológico?
Uno de cada 10 de nosotros experimentará depresión en algún momento. Sólo las causas de esta enfermedad altamente debilitante y la mejor manera de tratarla siguen siendo controvertidas: el mes pasado, investigadores daneses informaron que los antidepresivos aumentan el riesgo de suicidio cuando son tomados por personas sanas.

Los antidepresivos más ampliamente prescritos, como el Prozac, se conocen como inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), y trabajan sobre la base de que la depresión es causada por bajos niveles de la serotonina química del cerebro y que puede ser tratada corrigiendo este desequilibrio.

Esta es una de las áreas más calientes en psiquiatría en este momento, y puede traer buenas noticias a aproximadamente la mitad de los pacientes deprimidos, que no responden al tratamiento de primera línea con los ISRS.

La cuestión de la serotonina
Cada vez más, los expertos están cuestionando el concepto de que la depresión es un problema de serotonina. En abril del año pasado, el Dr. David Healy, profesor de psiquiatría en la Universidad de Bangor, publicó un artículo en el British Medical Journal llamado “La serotonina y la depresión: la comercialización de un Mito”, que llegó a la conclusión: “La teoría de la disminución de la serotonina [de la depresión] tomó Raíz en el dominio público en lugar de en la psicofarmacología – un pedazo de biobabble “.

“En seis décadas, ningún estudio ha demostrado que la depresión es causada por un desequilibrio químico en el cerebro.” Nunca ha habido un estudio humano que con éxito conecta los niveles bajos de serotonina y la depresión “, dijo el doctor Kelly Brogan, psiquiatra en Nueva York. . “
Dr. Brogan explora las teorías de las causas de la depresión y la evidencia científica de que están detrás de ellos en su nuevo libro, una idea propia. Ella y otros creen que la depresión puede ser el resultado de que nuestro sistema inmunológico trabaje en overdrive, causando inflamación que puede manifestarse en el cerebro. “La depresión es a menudo una condición inflamatoria, una manifestación de irregularidades en el cuerpo que pueden comenzar lejos del cerebro y no están asociadas con el modelo simplista de los llamados” desequilibrios químicos “, dice.
Tal argumento desafía las ideas tradicionales de la depresión como una enfermedad genética, sugiriendo en cambio que nuestras experiencias y ambientes podrían desempeñar un papel más de lo que pensábamos.

Cómo el sistema inmunológico puede hacernos sentir deprimido
La inflamación es parte de la respuesta natural del cuerpo cuando estamos enfermos.
“Las sustancias que producimos en respuesta a una infección como un virus se llaman citoquinas, y señalan al sistema inmunológico para activar”, dice la Dra. Valeria Mondelli, profesora clínica de medicina psicológica en el King’s College de Londres.
El Dr. Mondelli cree que los altos niveles de inflamación pueden disminuir el número de neuronas en nuestro cerebro y afectar la forma en que se comunican, lo que lleva a la depresión. “Hemos visto repetidamente que las personas con depresión tienen niveles más altos de inflamación en sus cerebros, y pensamos que esto podría ser una nueva teoría de la depresión en competencia con la teoría del desequilibrio químico”.

Un tercio de los pacientes deprimidos han aumentado la inflamación, dice ella, y son las mismas personas que no responden a los ISRS.
Todos hemos experimentado cómo tener un resfriado o gripe puede afectar el estado de ánimo – nos volvemos menos sociables, más retraídos y generalmente hartos. Tal vez esto no es sólo sentir lástima por ti mismo porque estás deteriorado, pero la inflamación actúa en el cerebro, causando signos clásicos de la depresión.

Más evidencia para la teoría viene del hecho de que la gente con enfermedades inflamatorias tales como artritis reumatoide (RA) sufre de niveles más altos de la depresión que media.
En un estudio realizado en la Royal Infirmary de Glasgow, los médicos notaron que cuando los pacientes con AR (causada cuando el sistema inmune atacaba las articulaciones) recibían fármacos antiinflamatorios precisos para calmar el sistema inmunológico, su estado de ánimo mejoró. Las exploraciones cerebrales demostraron que los voluntarios no se sentían más felices porque su dolor había mejorado. “Las vías cerebrales involucradas en la mediación de la depresión fueron favorablemente cambiadas en las personas que recibieron intervenciones inmunitarias”, dice el Profesor Iain McInnes, un reumatólogo consultor que dirigió el estudio.

El papel del estrés

No son sólo las enfermedades físicas y las infecciones que pueden desencadenar la inflamación: las citoquinas también se activan en respuesta al estrés.
El Dr. Mondelli publicó el año pasado un meta-análisis que encontró que las personas que habían experimentado efectos traumáticos en la infancia tenían niveles más altos de inflamación cerebral en la edad adulta. “Hemos encontrado que haber tenido estrés severo durante la niñez predispone a los problemas de salud mental mediante el aumento de los niveles de inflamación”.
Ella cree que las personas que experimentaron altos niveles de infección o trauma como niños pueden desarrollar sistemas inmunes comprometidos. Como resultado, pueden ser más susceptibles al desarrollo de la depresión como adultos después de un estrés o infecciones subsiguientes repetidas en la edad adulta. “El trauma de la infancia y las infecciones pueden encender el sistema inmunológico, y eso puede convertirse en un factor de riesgo para desarrollar la depresión en la edad adulta”, explica. “Si luego se enfrentan a otro evento estresante, pueden ser más propensos a desarrollar depresión, ya que su sistema inmunológico ya está amenazado”.

La nueva prueba de sangre que podría cambiar todo
La teoría de la inflamación podría tener implicaciones importantes sobre cómo pensamos y tratamos la depresión. Aunque los antidepresivos SSRI proporcionan alivio para muchas personas con depresión, una minoría significativa no responde, y una serie de estudios han demostrado que este mismo grupo tiende a tener altos niveles de inflamación.

En julio, los investigadores del King College de Londres publicaron un estudio en el International Journal of Neuropsychopharmacology en el que los pacientes deprimidos se les dio una prueba de sangre que se centró en dos biomarcadores que miden la inflamación en el cuerpo. Los pacientes con altos niveles de marcadores inflamatorios fueron los que no respondieron a los ISRS.
Aunque se necesita más investigación y desarrollo de la prueba de sangre, el equipo de King dice que allana el camino para más “psiquiatría personalizada”, donde el tratamiento se guía por tales análisis de sangre, en lugar de la actual enfoque único.

“Los pacientes que tienen inflamación de la sangre por encima de cierto umbral podrían estar dirigidos hacia un acceso más temprano a estrategias de antidepresivos más asertivas, incluyendo la adición de otros antidepresivos o fármacos antiinflamatorios”, dijo Carmine Pariente, psiquiatra principal y autor principal del estudio.
Parece, entonces, que lo que se consideraba durante siglos como una enfermedad mental podría originarse – al menos para algunos – en nuestros cuerpos físicos.
“Por último, podemos decir que la depresión no siempre es algo que sólo está en tu mente, también podría ser un problema en tu cuerpo”, dice el Dr. Mondelli.

“Si la gente empieza a pensar en la depresión de esta manera, podría ser menos estigmatizante porque estaríamos viendo la depresión como una enfermedad física real, como la diabetes, y con el tiempo, también podría conducir a una revolución en los tratamientos”.
Tratamientos antiinflamatorios naturales

El Dr. Kelly Brogan, autor de una idea propia, recomienda cambios de estilo de vida con un efecto anti-inflamatorio natural que puede ayudar a mejorar su estado de ánimo.
Ejercicio “La depresión puede resultar del estrés crónico continuo y el ejercicio actúa como un plan de seguro biológico contra los efectos corporales del estrés”, dice el Dr. Brogan. Veinte minutos, tres veces por semana o más, de todo lo que te hace sudar es todo lo que se necesita.
Dieta Elimine los alimentos procesados, especialmente el azúcar y los carbohidratos refinados, que pueden aumentar la inflamación en el cuerpo. Coma un montón de alimentos naturales, incluyendo frutas y verduras, pastoreo de productos de origen animal y huevos y peces silvestres.
Meditar El Dr. Brogan dice que la meditación estimula la expresión de los genes que son poderosamente anti-inflamatorios. Sólo 10 minutos al día de atención plena, respiración profunda o diario de gratitud puede ayudar a mejorar su estado de ánimo.

Fuente: Mabel Nieto Esencianatural