lunes, 21 de abril de 2014

El arte de seducir




El arte de seducir
 

La naturalidad es un grado. Aunque la imagen literaria del típico seductor pase por lo ceremoniosamente ostentoso y poético, parte del éxito se debe a mostrarse tal y como uno es. Debemos, pues, alejarnos de la exageración y la sobreactuación. No daremos una buena imagen si, en la primera cita, aparecemos en escena con una apariencia atípica a la que normalmente mostramos. Es mejor ser humildes en el primer contacto antes que generar falsas visiones sobre nosotros, a la postre difíciles de corregir.
Jugar con las posibilidades que ofrece nuestra persona es vital para llegar a buen puerto. La vía para conseguirlo es conociéndose a uno mismo. La mirada, la sonrisa y la calidez de nuestra postura ante la persona a quien deseamos deben ser dominadas tanto para alcanzar la meta como para evitar conseguir el efecto contrario. Ni debemos comportarnos como unos “lanzados” ni podemos ir de “tímidos”. Se trata de conseguir equilibrar ambos aspectos, de forma que, sin intimidar, nuestra presencia ofrezca un ambiente agradable, de confianza mutua.
  • Jugar a seducir

La
seducción es un arte que carece de reglas estrictas. No hay fórmulas para el éxito. Por tanto, debemos huir de supuestas “tácticas” infalibles y creer en nuestra capacidad de conseguir aquello deseado. Ante todo, hay que confiar en uno mismo. La inseguridad es un enemigo. Cuando aparece, perdemos toda la naturalidad y nos obsesionamos con un hipotético fracaso que, aunque en ese momento no sea realidad, a la larga puede ser posible, a menos que cambiemos de actitud.
El factor sorpresa alcanza altas cotas de utilidad a la hora de ofrecer a la pareja un momento agradable. Jugando con lo imprevisible, podemos ser capaces de convertir un día típico y rutinario en una velada inolvidable. Es cuestión de imaginación. Primero, obviamente, debemos saber qué desea el otro. El segundo paso es atrevernos a romper esquemas y llegar hasta donde sea necesario con tal de conseguir nuestro objetivo.
  • Belleza interior

La
belleza no lo es todo. Los pilares de una relación nunca se sostienen sobre el atractivo físico. Esto es, que el maquillaje, la brillantina y las cremas antiarrugas no poseen la llave del corazón del otro. Es nuestro bagaje cultural, nuestra actitud en la conversación y nuestro interés en el diálogo lo que reforzará los vínculos de la pareja. Una buena cena acompañada de una conversación amable e interesante es un buen aperitivo para una noche memorable. Una mente seductora es una arma muy sutil y efectiva.
No sólo de la pareja vive la persona. La relación se enmarca en un entorno que también afecta a la posible relación. Cerrar el mundo entorno a los dos crea un hermetismo que puede convertirse en algo asfixiante. Comparte a tus amigos y no pretendas aislarte del mundo. El buen seductor no ofrece sólo a su persona, sino que se muestra tal y como es junto a todo el universo que le rodea. Para evitar “espantar” al otro, es necesario tener en cuenta la regla de oro: la paciencia. Al fin y al cabo, lo bueno siempre se hace esperar...

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