«Me dedico a estudiar los mecanismos de la distracción auditiva, es
decir cómo cambios inesperados en el entorno auditivo pueden distraer y
afectar a las tareas que realizamos en ese momento», explica Fabrice
Parmentier. «El proyecto anterior, que finalizó el pasado mes de
diciembre, indagaba sobre los mecanismos mentales responsables de la
distracción, y como durante su desarrollo comenzó a trabajar conmigo
Antonia Pacheco, que había realizado su doctorado sobre temas de
emociones y ansiedad, decidimosexplorar las interacciones que podrían existir entre las emociones y la distracción auditiva».
«Aunque durante mucho tiempo la cognición y las emociones se han
estudiado por separado sabemos que hay puentes entre ambas y que se
influyen», añade. «Lo que queríamos investigar era si el estado
emocional de una persona podría influir en los mecanismos de atención.
Y una de las peculiaridades de este estudio era llevarlo a cabo con tareas que emplearán estímulos neutrales, es decir, que no son negativos y carecen de connotación emocional».
En el marco de esta investigación, se inducía la tristeza de manera controlada en un grupo de individuos mediante un procedimiento que combinaba música y recuerdos autobiográficos.
Posteriormente, los participantes tenían que llevar a cabo una tarea de
atención que permitía medir el efecto de distracción provocada por
estímulos auditivos inesperados mientras intentaban concentrarse en una
tarea visual.
«Los sujetos que participaron en la prueba tenían que categorizar números que salen en una pantalla de ordenador, y de vez en cuando se emitía un ruido blanco -un estímulo neutral que no activa ningún sentimiento particular-», informa Parmentier, «pero,previamente, en el laboratorio los habíamos inducido a la emoción.
Manipulamos una muy especifica, la tristeza, porque es común y se
manifiesta con fuerza en muchos trastornos como el bipolar o la
depresión».
Para llevarles a esta cognición experimental los participantes tenían que pensar durante 24 minutos en el evento más triste de su vida,
mientras de fondo sonaba una música que los investigadores ya habían
seleccionado a partir de otros estudios anteriores y que sabían que
creaba esta emoción. Posteriormente tenían que escribir sobre el tema,
contando sus emociones.
«Antes y después de este procedimiento realizamos todo una serie de
cuestionarios para verificar que lo que estamos manipulando es la
tristeza y no otras emociones», apunta Parmentier. «y una vez concluida
la inducción, ya comenzamos con la tarea informatizada de categorización
de números con sonidos que tienen que ignorar».
Paralelamente se llevó a cabo otro experimento con un grupo control
que fue sometido a las mismas pruebas, con la diferencia que lo quese les pedía era que recordaran la última vez que hicieron la compra en el supermercado mientras escuchaban una música neutral.
Cuando los investigadores miraron los datos en la tarea informatizada
que permite determinar una medida del grado de distracción por el
cambio auditivo, -que en este caso se traduce en los tiempos de
reacción-, observaron que los sujetos en estado emocional de tristeza se
distraían más, concretamente el doble.
En el futuro quieren entender por qué sucede. «Hay varias hipótesis
generales sobre este tema», comenta Parmentier, «unas dicen que buscar
distracción es una manera de superar el estado de tristeza; otras
proponen que las emociones consumen recursos mentales y que esto podría
tener efectos en tareas muy básicas».
En este sentido los investigadores están realizando un estudio en el
que, usando los mismos procedimientos, inducen felicidad. «Lo que hemos
visto hasta el momento es que este estado también genera distracción,
pero con una diferencia, el efecto de postdistracción es mucho menor,
tanto en comparación a la tristeza como al grupo control».
«Aunque todavía es prematuro, lo que parece indicar es que en el caso
de la felicidad somos más capaces de superar el coste de la distracción
y volvernos a centrar en la tarea, mientras que con la tristeza el efecto es mucho más duradero», concluye.
Fuente: el mundo
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